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((**Es2.137**) -Cómo es eso? no puede, teniendo tanto dinero? La señora quedó sorprendida al ver que don Bosco había conocido su posición social, siendo así que estaba cierta de no haberse dado a conocer de ningún modo ni por ninguna otra circunstancia. Explicó su dificultad diciendo: -Padre, no puedo cumplir esa penitencia, porque hoy debo salir de Turín. -Bien, entonces cumpla esta otra: pida a su Angel Custodio rezándole tres veces el Angele Dei 1 que le asista, la preserve de todo mal, para que no se asuste de lo que hoy va a sucederle. La señora quedó todavía más sorprendida por estas palabras, recibió muy de buen grado la recomendación, y al llegar a su casa, rezó la oración juntamente con las personas de servicio, poniendo en manos de su Angel de la Guarda el feliz éxito del viaje. Subió al carruaje con su hija y una camarera. Y después de un largo trecho de camino, recorrido a toda velocidad, de improviso se espantan los caballos y se lanzan a una carrera vertiginosa. Tira el cochero de las riendas, pero en vano; los caballos no sienten ya el freno. Gritan las señoras y se abre una portezuela del carruaje, topan las ruedas con un montón de grava, vuelca el carruaje, derriba a los viajeros, y se astilla ((**It2.170**)) la portezuela ya abierta. Cae el cochero del pescante, las viajeras corren peligro de quedar aplastadas, la señora es arrastrada con la cabeza por tierra y los caballos siguen corriendo precipitadamente. Todo sucedió en menos que se cuenta. La señora, que ya no esperaba más socorro que el del Angel de la Guarda, gritaba con todas sus fuerzas: Angele Dei, qui custos es mei... Bastó esto para salvarlas. De repente, los furiosos caballos se amansan y se paran. El cochero se levanta incólume y los alcanza. Acude la gente a socorrer a los caídos. La señora que, salió del coche con la hija sin saber cómo, está tranquila sin la menor señal de susto. Las dos componen su persona lo mejor que pueden. Se miran la una a la otra y ven con asombro que no han recibido la menor lesión. Entonces, a una exclaman: -íViva Dios y viva el Angel Custodio que nos ha salvado! La señora con su séquito continuó el camino, mientras el cochero 1 Antífona popular que se repetía a menudo: <>. (Angel de Dios, que eres mi custodio: ya que la soberana piedad me ha confiado a ti: ilumíname, guárdame, rígeme, gobiérname). (N. del T.) (**Es2.137**))
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