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((**Es2.116**) una fiesta en honor de Santa Ana, patrona del gremio. Y así, aquel día, después de las funciones religiosas de la mañana, invitó el santo varón a todos a desayunar con él, y a tal efecto se los llevó -eran un centenar- al gran salón de conferencias. Con gran sorpresa de ellos les sirvieron café, leche y chocolate, pan, dulces, caramelos y otras golosinas. Todo les resultó sabrosísimo; se imaginaban estar sentados a la mesa del rey. <<íOh! ícuántos hermosos casos de moral hemos resuelto también nosotros en aquel salón aquel día, me decía uno de los supervivientes! Hacíamos desaparecer al instante las dificultades que se nos presentaban, quiero decir, los bizcochos. Era una maravilla. Cada cual puede imaginar el ruido que armó esta fiesta entre nuestros compañeros, al contársela. A partir de aquel día, de haberlo permitido el local, hubiéramos llegado enseguida a varios centenares. Y no fue menor el fervor religioso y el fruto que sacamos de aquella fiesta. Nos pareció, en efecto, que aquel día la santa madre de la Augusta Madre de Dios nos sonreía desde el cielo, y nos contaba entre sus protegidos. Y bien lo ((**It2.140**)) necesitábamos, porque quién no sabe a cuáles y cuántos peligros están siempre expuestos los pobres trabajadores, particularmente los albañiles? Pues bien, desde entonces no se recuerda que ninguno de nosotros fuera víctima de ninguna desgracia>>. Así animaba el teólogo Guala a don Bosco, el cual, a pesar de su precaria salud, trabajaba sin descanso por la salvación de las almas. El mismo, que le había socorrido con dinero desde su entrada en la Residencia, decía de él: -Como salga a flote, íhará algo muy gordo! Todo lo que hemos narrado hasta aquí sobre el Oratorio y don Bosco en la Residencia Sacerdotal, nos lo refirieron don Giacomelli, José Buzzetti, el profesor Gaidano, que pasó varios años de su juventud en la Residencia Sacerdotal y el señor Bargetto, fabricante de bonetes entonces para la Residencia, el cual añadía que todo lo que don Bosco poseía o le regalaban, todo lo empleaba para las necesidades y expansiones de sus muchachos, sin reservar para sí más que lo estrictamente necesario, que era bien poco. (**Es2.116**))
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