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((**Es19.366**) jugar con los niños, participaba en las comidas de la familia y sabía comportarse, lo mismo en la mesa que en el salón, como una persona fina y distinguida. Hay que poseer un tacto especial y una singular inteligencia para saberse comportar en un ambiente y en una sociedad en la que no se ha nacido; la mediocridad difícilmente lo obtiene, y siempre tiene el aire de que hace un esfuerzo. Un día se le presentó una chiquita de tres años que no quería rezar el Padrenuestro por entero, sino que al llegar a la segunda parte danos hoy nuestro pan de cada día, se paró y no hubo manera de que siguiese. Don Bosco, sin reprender a la niña, tesonera mas sin llorar, porque su orgullo no se lo permitía, le dijo sencillamente y con dulzura: -Pide al Señor el pan, y ya verás ((**It19.443**)) cómo él tendrá la bondad de enviarte también dulces y chocolate. -Desde aquel día la chiquita rezó el Padrenuestro hasta el final. Dieciocho años más tarde, aquella chiquita, ya una moza, pidió al buen sacerdote su opinión sobre cierto joven que le había sido presentado. Cerrando los ojos y recogiéndose en sí mismo, dijo sencillamente: -No le conozco personalmente, pero sé que tiene una alma hermosa. -Esta opinión me bastó y efectivamente encontré una alma bella en aquel que, tres meses más tarde, fue mi marido. Pero el consejero no olvidó a la pequeña testaruda, al verla hecha una joven, y le dijo con graciosa malicia: -Ahora que ya sabe decir tan bien todo el Padrenuestro, ya ve cómo el Señor le ha enviado el chocolate y los pasteles. Es preciso, por tanto, que se acuerde de los pobres, a los cuales no les da más que pan a secas. X El ojo de don Bosco Entresacamos de una relación de don Luis Terrone, que envió por escrito una larga conversación tenida el 1.° de noviembre de 1937 en el colegio salesiano de Turín con don Pedro Fracchia. Es él mismo quien habla del tiempo en que era alumno del Oratorio. Un día, yendo a ver a don Bosco, me encontré con don Joaquín Berto, el cual me anunció: -Está aquí Fracchia. -Y don Bosco dijo en alta voz: -Adelante, Fracchia, que quiere conservarse siempre <> (sin mancha). Estaba don Bosco escribiendo, y yo me senté a su lado. Observaba atentamente cierto movimiento que él hacía al escribir: giraba lentamente la cabeza de izquierda a derecha, acompañando y siguiendo la dirección de la pluma hacia el fin de la hoja. Yo no comprendía por qué. Pensé entonces preguntárselo, dada la gran confianza que me dispensaba. Así que, cuando dejó la pluma, y apoyó sus manos, una sobre otra, contra el pecho, como acostumbraba, le miré sonriendo y después, con toda libertad y sencillez, le dije: ->>Me permite, don Bosco, que le pregunte una cosa? -Dime, dime, amigo Pedro. ->>Por qué mientras escribía, con la cabeza baja, se volvía hacia la derecha y acompañaba la pluma? Don Bosco sonriendo respondió: -La razón es ésta. Mira: don Bosco no ve con este ojo, y con este otro poco, poco, poco. (**Es19.366**))
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