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((**Es19.347**) Sirviéndose de un fragmento de sólo cuatro compases, presenta él en su nueva Missa el tema escogido, con todos los recursos de la armonía moderna, pero con la forma sentida ejemplar que quiere, exige e impone el carácter de la composición que, sobre todo, debe ser litúrgica. La introducción de los dos trombones que, en el primero y en el tercer Kyrie, en la conclusión del Gloria y en el último Agnus Dei, se superponen al órgano haciendo resonar la melodía del Beato don Bosco, alcanza unos resultados penetrantes y, diríamos, conmovedores. Imaginamos que muchos de los que conocían la cancioncilla del Beato Padre don Bosco, al volver a oírla envuelta con tan rica y nueva vestidura, habrán experimentado una viva y profunda emoción. Y ahora, permítasenos una breve, pero concienzuda crítica del precioso trabajo. Las voces se mueven, en esta Missa XIX, dentro de una perfecta polifonía coral, de carácter imitativo, mientras el órgano, a su vez y con superioridad, se mantiene independiente del coro, alcanzando un grado de explosión totalmente especial y creando, con riqueza de detalles, un conjunto acústico instrumental rico y variado, tanto por la armonización como por los mismos timbres. Al acabar el primer Kyrie, como ya se ha dicho, se presenta por entero el tema fundamental. Le sigue el solo del Christe alternado entre sopranos y tenores, superpuesto al coro con una fragmentación temática que después se acerca de nuevo y se intensifica distribuyéndose entre las cuatro voces de los solistas. Vuelve después el movimiento del primer Kyrie en una escala más aguda sostenido por una base armónico-cromática rica de color, muy vigorosa y casi fascinante. Al final, el tema principal, el de la cancioncilla de don Bosco, reaparece también, en un grado más alto, con toda la sonoridad que se puede conseguir por el órgano con la trompetería reunida y doblada con la octava. Y con el tema del Beato don Bosco se inicia también el Gloria, para el canto de alegría del Et in terra pax! Las armonías que brotan del órgano al Laudamus Te son de una modernidad insinuante, apropiada y eficaz. Se podría recordar, precisando, la atmósfera que envuelve ((**It19.422**)) estos trozos, antes y después del Gratias, pero no quisiéramos ser mal entendidos; por tanto fijamos nuestra atención sobre la nueva aparición, bajo diversos aires, del tema principal como es presentado por el órgano dos compases antes del Domine fili. El salto de cuarta en el arranque de la cancioncilla de don Bosco, ofrece ciertamente recursos de los que se sirve Pagella como maestro que es. La forma melódica puesta en octava por las voces viriles y las de los niños, como en el Qui sedes y en el Quoniam, presenta momentos de vivo interés, aun para aquellos que sienten la modernidad del arte y lo admiten también en la música sagrada. Es más, diremos que en este punto aletea el espíritu del gran César Franck de las Beatitudini. El Cum Sancto, siempre sobre el tema del Beato, se desarrolla sobre una fuga tonal construida según una tradición que quizás alguno pueda tildar de escolástica, pero que nosotros consideramos en su sitio, porque con el doble pedal del órgano en la quinta del tono fundamental, y con el ritmo del tema principal por entero, resonado por la trompetería, corona poderosamente el precioso cuadro, que se ofrece al oyente lleno de intensidad sonora y colorista. Las voces bien tratadas, alguna vez quizá, especialmente en los sopranos, elevados a un grado de agudeza un tanto arriesgado, pero admisible cuando se puede disponer de un grupo coral bien nutrido y seguro, contribuyen a hacer variado y movido el cierre de la segunda parte de esta (**Es19.347**))
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