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((**Es19.336**) y hablamos, yo de mi Aguinaldo y él de su Ensayo sobre las doctrinas como más arriba. En cuanto a Mons. Gastaldi me decía que andaba, me parece, desenmascarado, que se requería la prensa, ya que no había otro camino para tenerlo a raya. Y el pobre Mons. Gastaldi se apoyaba en seglares y tenía además un pariente que era Ministro de la Guerra, el general MacŠ de La Roche. Al decir yo a Ballerini que, como había oído, el Papa pensaba remover a Mons. Gastaldi, pero que se temía se decidiese a hacer algo desagradable, y armase escándalos, el mismo Ballerini añadió: -Mas ya lo ha hecho, lo ha hecho. -No quiero engañarme, pero creo que desde entonces me habló de buscar la forma para hacer imprimir su trabajo yo mismo en Turín, o sea el Piccolo Saggio, etc. y que yo aceptase complacerle. Quedaba entendido que en todo caso él enviaría a Turín su manuscrito, y que en Turín se pensaría en lo relativo a la imprenta, puesto que tampoco él quería darse a conocer. Me decía además, me parece recordarlo, que a Gastaldi había que zurrarle con la prensa, y que no había ningún otro medio. Todo esto me animó a imprimir mi Aguinaldo, y todo lo que diré. Más aún, entre esto y cuanto oí decir en Roma a alguno que debía saber más que Lepe, me fui persuadiendo de que el zurrarle con la prensa venía de arriba; y se me hacía creer que en el caso anterior del infeliz cardenal D'Andrea, el mismo Pío IX había dicho: Queda zurrado con la prensa -como en efecto fue más tarde zurrado por ella. En suma, el P. Ballerini directa o indirectamente, con lo que hacía y con lo que me dijo, me animó y me convenció para seguir el camino que he seguido. Soy yo, pues, quien escribí el Aguinaldo, y con la firme persuasión de haber hecho una cosa buena. Se imprimió en Turín, en la Tipografía de G. Bruno y C.¦, 1878. Pero yo no tuve ningún trato con el tipógrafo, ni para el Aguinaldo ni para el resto. Anfossi y otro amigo nuestro, Luis Fumero, que también había estado conmigo y Anfossi en casa de don Bosco, que después había ((**It19.409**)) salido también del Oratorio y que sigue siendo cajista en la Tipografía Bona, persona de toda confianza, y además un tal Brunetti, también exalumno de don Bosco y en las mismas condiciones de Fumero (pero Brunetti, ya difunto) se ocupaban de la impresión, y, en menor escala, trataban con el tipógrafo. Ellos se ocupaban del contrato y de los gastos; y con lo que se sacó de la venta de todo lo que se imprimió (al menos respecto al Aguinaldo) aún quedó para dar al Ricóvero (Asilo) una cantidad discreta, después de deducir los gastos. Lo mismo se hizo para los otros opúsculos, sin que el tipógrafo pudiese nunca saber quiénes eran los autores. Estaba yo ya en Turín en el curso 1878-79 cuando el Padre Ballerini mandó allí mismo el manuscrito de su <>; y yo escribí cuanto precede y cuanto sigue a lo que es propiamente el Pequeño Ensayo, o sea, el Prólogo, la Introducción, cuatro Apéndices y añadiendo a lo último El Oratorio de S. Francisco de Sales en Turín, original de Mons. Gastaldi, cuando no era más que canónigo, y antes de ir como Misionero a Inglaterra; y para cerrar escribí también la Advertencia, con la que termina el fascículo. Cuando estaba escribiendo lo que antecede (y me encontraba en el Instituto de los ciegos de Turín, donde fui primer Rector y maestro durante tres años y medio y, si lo tuve que dejar, todo me lo hace creer, y había quien me lo aseguraba, fue por intrigas de Chiuso, y obra directa del mismo Mons. Gastaldi; con lo que sufrí bastante, puesto que quería mucho a aquellos buenos y pobres muchachos, a los que se perjudicó mucho después, con Rectores más o menos aseglarados, y alguno hasta libertino; cumpliéndose en fin el deseo de la francmasonería que no quería un sacerdote como (**Es19.336**))
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