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((**Es19.19**) Queremos añadir, además, que en aquella ocasión se vio que era y cuánto valía la Asociación de los Cooperadores. Hecha excepción de los lugares donde había casas salesianas, que sirvieron de reclamo a los Cooperadores de los alrededores, fueron ellos por doquier los promotores y los organizadores de los funerales que se celebraron con toda solemnidad, con asistencia de enormes multitudes, y ordinariamente acompañados de un sinfín de alabanzas al difunto; y resaltaba en ellos, por parte de los socios, un fogoso espíritu corporativo, que evidenciaba a las claras la vitalidad de la piadosa institución, tan querida y cuidada por don Bosco. Ante espectáculo semejante, no es posible dejar de admirar la corriente de devota simpatía que ha llegado a crearse entre el caritativo apóstol de la juventud y el ejército de sus bienhechores. En nuestra rápida y necesariamente limitada reseña nos detendremos solamente en aquellos lugares de los que nos ha llegado algo más señalado respecto a la figura del hombre y del santo. Además, tendrá preferencia sobre los que no podían contribuir personalmente a aportar ningún conocimiento sobre el Santo quien lo vio, quien le habló y quien le trató. Para proceder con cierto orden seguiremos una línea geográfica que va zigzagueando desde Turín hasta Valparaíso. En las tres grandes iglesias de don Bosco ((**It19.11**)) Hay tres iglesias, entre las levantadas por don Bosco, que son monumentales: las de María Auxiliadora y S. Juan Evangelista en Turín, y la del Sagrado Corazón de Jesús en Roma. Los funerales que se celebraron en las mismas revistieron un carácter singular, que prestó a los oradores ocasión para mirar más de cerca la persona y la obra del difunto. La iglesia de San Juan fue señalada para el funeral del séptimo día. De no habérselo impedido una indisposición física, debería haber predicado monseñor Cagliero. Le sustituyó don Juan Bonetti, el cual, sin tejer propiamente un elogio fúnebre, entretuvo al auditorio como solía hacerse en las conferencias salesianas, puesto que se pretendía que su discurso sustituyese a la conferencia que anualmente se daba a los Cooperadores con ocasión de la fiesta de San Francisco de Sales. No pudo ser más oportuno de lo que lo fue con el tema elegido, para el que ciertamente estaba bien preparado. Aplicó, en efecto, a don Bosco la afirmación que San Pablo hacía de sí mismo, escribiendo a los(**Es19.19**))
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