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((**Es19.152**) y civiles, que deseaban un homenaje triunfal a don Bosco. Las asociaciones religiosas y patrióticas rivalizaban en el ofrecimiento de su colaboración. Los Príncipes y Princesas de la Casa de Saboya se habían unido al pueblo, yendo a Valsálice para reverenciar la urna que encerraba las reliquias del humilde sacerdote turinés. Desde Valdocco y Valsálice había empezado a extenderse la animación después de las celebraciones romanas, por todos los barrios de la ciudad. La víspera del nueve de junio toda la ciudad de Turín vibraba por su hijo don Bosco. ((**It19.176**)) El nueve de junio íEl 9 de junio de 1929 fue una jornada histórica para Turín! Muy de mañana comenzó una verdadera invasión de la ciudad. Riadas de gente llenaban todos los caminos. Singularmente las líneas de ferrocarril. Las diversas estaciones rebosaban de peregrinos en breves espacios de tiempo. Trenes especiales, trenes repetidos y ampliados empezaron a llegar desde las cinco de la mañana. Iban en ellos muchas representaciones, algunas con sus músicas y, a menudo, con banderas. En las dos estaciones principales de Porta Nuova y Porta Susa, se habían instalado, bajo cobertizos improvisados, unas mesitas con empleados extraordinarios para el sellado de los billetes. Como pudo saberse por los ambientes ferroviarios, al mediodía habían entrado, en las diversas llegadas, más de cincuenta mil personas. Por las carreteras corrían sin parar autobuses, automóviles, motocicletas. Solamente de Asti llegaron treinta y dos autocares, supercargados de viajeros. Agotados todos los medios más veloces, en muchísimos pueblos recurrieron a vehículos de toda suerte, comprendidas las carretas de bueyes, en pueblos no muy apartados. Muchos peatones hacían el camino en grupitos y en comitiva. Los peregrinos se dirigían hacia Valdocco, se iban juntando en las cercanías de la Basílica de María Auxiliadora y se colocaban en fila a medida que llegaban a las avenidas que desembocan en el famoso Rond_. En la plaza de la iglesia hubo sacerdotes que celebraron la misa uno tras otro, desde el alba hasta el mediodía. Mientras tanto, Valsálice se disponía a dar el último adiós a los santos despojos que con tanto honor y amor había guardado durante cuarenta y un años. Desde el salón, donde los habíamos dejado revestidos con los ornamentos sagrados y cercados de flores, la noche del día ocho fueron llevados a la iglesia del colegio, en la que no estuvieron (**Es19.152**))
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