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((**Es19.119**) Es muy grande nuestra alegría paterna al veros reunidos ante Nos, y, como os hemos dado la bienvenida con toda el alma, ahora también rogaremos por vosotros de todo corazón y os impartiremos con los mismos sentimientos la Bendición Apostólica a todos, desde Turín a Susa, desde la llanura hasta las cumbres de los Alpes. Hacemos votos para que desciendan sobre vosotros las bendiciones de Dios, sobre todos y cada uno de vosotros, sobre el Cardenal y sus Obispos, sobre sus Sacerdotes que trabajan por vosotros, satisfechos con vuestra propia correspondencia, en favor de las obras de organización y de iniciativas que, como muy bien sabemos, florecen entre vosotros, con espíritu de disciplina y de obediencia. Y queremos que la Bendición descienda sobre aquéllos a los que vosotros representáis, ausentes corporalmente pero presentes en espíritu, sobre vuestros santos propósitos, sobre el apostolado de la oración, de la buena palabra, de la conducta fiel y digna, sobre el apostolado del buen ejemplo. Invocamos la bendición de Dios sobre vuestros intereses materiales, sobre vuestras regiones, ciudades, aldeas y caseríos, sobre vuestro y nuestro querido Piamonte, y que esta Bendición permanezca siempre. Impartida que fue la Bendición Apostólica y hecha la distribución de la medalla jubilar a los peregrinos, el Padre Santo abandonó el aula, saludado de nuevo con aplausos y vivas aclamaciones. A aquella misma hora de la vigilia, al otro extremo de la Urbe, en el barrio Tiburtino, se adelantaban de otra forma las fiestas en honor del nuevo Beato. Los Padres Josefinos, que tienen allí su casa principal, recordando las relaciones de un tiempo entre el teólogo Murialdo, su fundador, y el fundador de los Salesianos, celebraban un homenaje especial a don Bosco. Toda una selección de personajes, entre los cuales se encontraban los eminentísimos Hlond, salesiano, y Sincero, piamontés; varios Obispos italianos y extranjeros, el Rector Mayor don Felipe Rinaldi; la Curia general de los Josefinos, los Embajadores de Brasil y de Nicaragua ante la Sante Sede; el senador Boselli, con la condecoración de la S. S. Anunciación, tres Generales del ejército y muchos otros conspicuos señores se habían reunido allí para oír el discurso conmemorativo sobre don Bosco, confiado a la condesa Amalia Cappello, esposa del mencionado diplomático nicaragüense. La oradora, señora de fina cultura y muy conocida en los ambientes romanos, correspondió felizmente al encargo que se le había confiado ((**It19.136**)) y a la expectación del selecto auditorio. El acto de sincera y afectuosa fraternidad de los Josefinos merecía ser consignado en estas Memorias. La Beatificación Amaneció finalmente el dos de junio. Desde las primeras horas de la mañana comenzó la incesante afluencia de gente a la plaza de San (**Es19.119**))
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