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((**Es18.90**) Montobbio, aquel señor que había viajado con don Bosco. Después de la misa también él tomó parte en el desayuno. Don Bosco ocupaba el puesto de honor. En cierto momento sacó el pañuelo del bolsillo. El señor Montobbio, aprovechando la confianza que el Santo le daba, pidióle que se lo regalara. Y respondió: -Sí, pero a condición de que me dé un papel. El otro comprendió de qué papel se trataba; pero como no llevaba en el bolsillo la cantidad que deseaba entregarle, prometió que otro día volvería con el papel; pero que, en tanto, le dejara el pañuelo. Don Bosco satisfizo su gusto. El pañuelo se conserva hoy como una reliquia. Don Bosco vivía en el Oratorio de Turín hasta en sueños. En la noche del veinticinco de abril le pareció estar presente a una conferencia dada por Lemoyne a los alumnos de cuarto y quinto curso, notando cómo faltaban muchos a ella; habiendo bajado después a la iglesia de María Auxiliadora durante la Misa de comunidad, observó que habían disminuido notablemente las comuniones; seguidamente, al recibir a dichos jóvenes, también se percató de que muchos de ellos no se habían presentado. ((**It18.95**)) Inmediatamente dio orden de que se comunicasen estas cosas a Turín, haciendo saber, al mismo tiempo, que, a su regreso, manifestaría a cada uno la posición que ocupaba en el sueño. LUNES, 26 DE ABRIL Durante la misa, don Bosco distribuyó gran número de comuniones, hasta que, no pudiendo aguantar más el cansancio, entregó el copón a otro sacerdote, que hubo de salir del comulgatorio y adentrarse en la iglesia entre la multitud de fieles, ya que resultaba imposible hacerles circular para acercarse al comulgatorio. Después hubo una verdadera invasión. Baste decir que, en menos de una hora, vació siete gruesos paquetes de medallas, dando nada más que una a cada uno. Hasta que llegó el crítico momento de subir a su habitación: una barrera humana cerraba el paso. Los de casa se miraban asombrados sin saber cómo auxiliarle. Sin embargo, él parecía la tranquilidad en persona. El único remedio que encontraron fue cerrar el portón, para que, al menos, no entrara nadie más; después, entre varios lograron con trabajo abrirle paso. Fue preciso batallar desde las diez hasta las once. Metiéronle luego en la habitación y entraban por grupos de(**Es18.90**))
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