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((**Es18.737**) Entró De Amicis. Y la Marquesa le dijo: ->>Ve usted a qué punto hemos llegado? -Señora, comprendo su inmenso dolor; tenga paciencia, pongamos las cosas en las manos de Dios: ahora no hay más remedio; tranquilícese, resígnese, pero yo querría sugerirle... -No me hable de don Bosco, se apresuró a decirle la Marquesa con un gesto como si dijera: <>. De Amicis se retiró dispuesto a no volver más a ella, de no ser llamado. Y he aquí que quince días después le mandó llamar. Al ver De Amicis a la Marquesa tan obstinada, dijo finalmente a don Bosco, con quien se encontró un día: -íNo hay nada que hacer!, >>sabe? -Sí, sí, respondió don Bosco: el contrato se hará, pero cuando yo no esté: y usted será el intermediario. De Amicis no olvidó la frase, aunque en aquel momento hubiera perdido toda esperanza. Mientras tanto caía enfermo don Bosco. Fue inmediatamente De Amicis a verlo y lo encontró muy mal. Al despedirse, le dijo: -Tengo que ir a Roma con la peregrinación italiana. Estoy obligado a ir y siento dejarle en este estado. Pero >>volveré a verlo? E indicaba con sus palabras que temía no volver a verlo. -Vaya en paz, repuso sonriendo don Bosco. Esté tranquilo; me verá y asistirá a mi funeral. Ya le había dicho don Bosco a este señor, que era rico: -Usted está destinado a hacer mucho bien. Y otra vez, que le preguntaba si se salvaría, le respondió: -Sí, pero bajará casi al borde del precipicio y después se levantará y se salvará. De Amicis, pues, volvió a Génova y se presentó a la Marquesa a quien debía acompañar a Roma, y le dijo: -Vengo de Turín de visitar a don Bosco. ->>Y cómo está? -Muy mal. -Pobrecito, lo siento. Esta señora era de muy buen fondo y caritativa, pero tenía muchas prevenciones contra don Bosco. Fue a Roma y entró con De Amicis en los salones Vaticanos para la audiencia. Tan pronto como el Papa vio a De Amicis, y habiendo sabido que había estado en Turín, le preguntó con urgencia: -Y bien, dígame, >>cómo está don Bosco? De Amicis le dio las noticias y el Papa demostraba vivísimo interés por don Bosco. La Marquesa quedó sorprendida y dijo al salir a De Amicis: -íCuánto quiere el Papa a don Bosco! ((**It18.875**)) -Es así, señora Marquesa, no me extraña. El Papa sabe quién es don Bosco. Cuando De Amicis volvió a Génova, se apresuró a ir a Turín para ver a don Bosco, de cuya muerte se había enterado por los telegramas y los periódicos. Se cumplió con precisión la predicción. Llegó pocos minutos antes de cerrar el ataúd, pudo ver las facciones de su amigo, besar una vez más su mano y asistió a su funeral. (**Es18.737**))
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