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((**Es18.714**) gran Santo, Patrono de la Iglesia universal, querrá también ser, junto con su Esposa Santísima, Protector especial de nuestra humilde Sociedad y asistirme benignamente en el desempeño de mi cargo. Tendría muchas cosas que deciros, mas por esta vez creo será muy agradable y provechoso para vosotros que os cuente la audiencia tenida con S. S, León XIII el día veintiuno de febrero. Hallaréis más abajo una relación detallada. Por ella podréis advertir el alto concepto en que era tenido nuestro Fundador por el Vicario de Nuestro Señor Jesucristo. La misma estima puedo decir que gozaba ante los Eminentísimos Cardenales y otros distinguidos personajes a quienes tuve el honor de visitar: todos hablaban del llorado don Bosco haciendo de él grandes encomios, y algunos me exhortaron a iniciar cuanto antes la causa de su beatificación. De modo particular el Cardenal Vicario, nuestro benévolo Protector, el cual ya me había hecho escribir sobre el particular antes de que yo fuese a Roma. Allí me habló de ello en las dos audiencias que me concedió, y, al despedirme de él, éstas fueron sus últimas palabras: Le recomiendo la causa de don Bosco: le recomiendo la causa de don Bosco. Las expresiones del Sumo Pontífice y esas recomendaciones de su Eminentísimo Vicario despertaron en mí dos pensamientos: uno el de poner manos a la obra inmediatamente para recoger las memorias de todo lo que se refiere a la vida de nuestro querido Padre. Exhorto, por tanto, encarecidamente a todos los hermanos a escribir todo lo que sepan sobre hechos de su vida, sobre sus virtudes teologales, cardinales y morales, sobre sus dones sobrenaturales, sus curaciones o profecías, visiones y cosas parecidas. Estas declaraciones habrá que enviarlas al Director Espiritual don Juan Bonetti, encargado de recogerlas y formar con ellas la base para el inicio de la causa. Para norma de los relatores advierto además que, a su tiempo, podrán ser llamados para prestar juramento sobre todo lo que refieran, y por tanto recomiendo la máxima fidelidad y exactitud. ((**It18.847**)) El otro pensamiento, que permanece fijo en mi mente, es que debemos considerarnos afortunados por ser hijos de un Padre tan grande. Por tanto, nuestra solicitud ha de ser la de sostener y al mismo tiempo desarrollar cada vez más las obras por él iniciadas, seguir fielmente los métodos que él practicó y enseñó, y, en nuestro modo de hablar y de obrar, procurar imitar el modelo que el Señor en su bondad nos ha dado. Este será, carísimos hijos, el programa que yo seguiré en mi cargo; que sea ésta también la norma y el empeño de cada uno de los Salesianos. Y ahora me queda por deciros una palabra de agradecimiento. Muchos de vosotros, unos individual y otros colectivamente, me escribieron, después de la dolorosa pérdida sufrida, cartas llenas de sentimientos de respeto y afecto, con las más bellas promesas de obediencia y subordinación. Con la presente pretendo agradecer cordialmente a los autores y a todos los que tomaron parte en ellas o hubieran deseado tenerla. Estos sentimientos de adhesión y de religiosa sumisión aliviaron mucho mi dolor e infundieron en mi corazón la confianza de encontrar menos escabroso mi camino. A pesar de esto, no puedo esconderos a vosotros ni a mí mismo lo mucho que necesito vuestras plegarias. Me encomiendo, por tanto, a vuestra caridad, a fin de que todos me sostengáis con vuestras valiosas oraciones. Por mi parte, os aseguro que, llevándoos a todos en mi corazón como os llevo, os encomendaré cada día al Señor en la santa misa, para que os asista con su santa gracia, os defienda de todo peligro, y sobre todo nos conceda encontrarnos un día todos juntos, sin excluir a ninguno, (**Es18.714**))
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