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((**Es18.68**) adquiría un carácter totalmente nuevo por el singular contraste entre la solemnidad de la recepción y la humildad del recibido que, con talante modesto, decrépito en su persona y casi asustado ante tan enorme multitud, avanzaba con rostro sereno, revelando, con todo, en el centelleo de sus ojos el alma grande que se escondía en aquel cuerpo frágil. Olvidado del cansancio que oprimía sus miembros, se adelantaba con calma y cortesía a cuantos se esforzaban por acercársele para saludarle o dirigirle una súplica. Según los casos, respondía a cada uno con una inclinación de cabeza, con una amable mirada, o una palabra cortés, mientras florecía en sus labios una agradable sonrisa. Pero, a aquel paso, no hubiera llegado nunca hasta una de las más de cincuenta carrozas que se disputaban el honor de llevarlo a la ciudad, a través de aquel mar de gente. Con la intervención de algunos voluntarios se logró, al cabo de casi una hora, llegar a la carroza elegida con pleno derecho, por ser de la mamá de los Salesianos, que se quedó muy satisfecha ((**It18.69**)) y complacida desde las primeras palabras que don Bosco le dirigió, apenas verla: -íOh, señora Dorotea! Cada día he estado pidiendo a Dios que me concediera la gracia de poderla conocer antes de morir. Al llegar al palacio de la noble dama, se retiró a la habitación que le habían preparado, pues sentía extrema necesidad de descansar. Mientras tanto, don Miguel Rúa celebró la misa en el oratorio privado, con asistencia de los que habían hecho hasta allí escolta de honor a don Bosco. El Siervo de Dios se presentó después en el salón, donde muchas ilustres familias querían ofrecerle sus respetos. Comió con aquella familia patriarcal y, después de atender algunas visitas, tomó el coche para ir al colegio de Sarriá. Su nombre era bendecido en Sarriá, junto con el de María Auxiliadora, por un hecho que se tenía como prodigioso, y no solamente por la gente del pueblo. El año anterior, Barcelona se vio azotada por el cólera, mientras Sarriá, distante sólo pocos kilómetros y frecuentada cada día por miles de personas procedentes del lugar infectado, se había salvado. Don Bosco llegaba al colegio como el Mesías esperado. El año anterior habíanle enviado los alumnos, para el día de san Juan, un dibujo realizado por ellos con la figura de una locomotora en marcha y con la inscripción: <>. Su sueño se había convertido en realidad. íCuántas novenas, cuántas mortificaciones habían hecho, para obtener del Señor la gracia de que don Bosco llegara sano y salvo hasta ellos! Así que, apenas oyeron que estaba a(**Es18.68**))
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