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((**Es18.605**) una gloria ante la cual se humilla el orgullo de toda otra nación; hay una gloria que nadie nos discute; hay una preciosísima perla que todos nos envidian, y es la de tener en nuestro suelo al Papa, al Vicario de Jesucristo, a la Cabeza de la Iglesia Universal. Por eso, cuando yo piso tierra extranjera, y me llamo con orgullo italiano, no oigo a nadie que me pregunte más que por el sapientísimo Pontífice que sostiene el timón de la única verdadera religión. Esta es la única prerrogativa que interesa en el extranjero, al hablar de Italia. Y íqué grande me siento, cuando puedo gloriarme de haberle visto, de haberle hablado, de haber podido postrarme a sus pies; cuando puedo decir: -Es el Papa quien me envía a vosotros; cuando puedo añadir: -íOs bendigo en su nombre! Esta es la verdadera gloria de Italia, ante la cual se eclipsan las demás. Entonces quisiera tener a mi lado a los que piensan de otro modo. íQué fácil me resultaría reducirles al silencio! Italia, Italia, acuérdate de que tu gloria es ser el centro de la catolicidad, es tener en Roma el trono, Que es la sede del Sucesor de Pedro. ((**It18.705**)) 42 Carta de las niñas ciegas de Milán a don Bosco Muy Reverendo Señor: No habiendo podido satisfacer las ansias que teníamos en el corazón de asistir a la solemne fiesta que ayer se celebró en nuestra ciudad, nos permitimos dirigirle esta humilde carta, con la que reverentemente le rogamos nos imparta su anhelada bendición, no sólo para nuestro Instituto, sino también para todas nuestras queridas familias y todos los que se preocupan de nosotras. íQué felices seríamos si pudiéramos oír una palabrita suya y manifestarle los vivos sentimientos de reverencia y veneración que le profesamos a usted y a sus beneméritas y santas instituciones! Pero nos satisface la esperanza de que usted sabrá leerlo en estas nuestras pobres líneas. Y ahora, al felicitarle de corazón por el floreciente estado de sus piadosos institutos y presentarle los más sinceros augurios de prosperidad, le aseguramos que nunca dejaremos de pedir fervorosamente al Señor que le conserve todavía largos años al cariño de todos sus queridos hijos y le rogamos que acepte esta cartita de nosotras, que tenemos la satisfacción de profesarnos respetuosamente, 13 de septiembre de 1886. Atentas servidoras, las alumnas de los ciegos de Milán. Esta carta iba acompañada de la siguiente: Ilustrísimo y Venerado Señor: Con mucho gusto accedo al deseo de mis alumnas, que han querido presentar a V. S. una carta de saludo, expresando el deseo de que venga a visitar el Instituto o les envíe su bendición. Comprendo las dificultades que puede haber para atender el primer deseo y bastará que les oiga el segundo. (**Es18.605**))
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