Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es18.593**) y momentánea de un primer fervor, de una alma juvenil e inconstante. Porque veía a muchos compañeros, que parecían y eran unos San Luises, fervorosos, sí, pero faltos de conocimiento profundo de los dogmas y de la historia cristiana, caer vencidos ante los primeros asaltos, ante las primeras tentaciones, ante las primeras pruebas: eran preciosos edificios, pero fabricados sobre arena. A mí no me bastaba oír misa, comulgar; yo quería conocer qué era la misa, dónde estaba su esencia, quería saber el significado de las ceremonias, de los ritos. Quería saber todas las cuestiones sobre la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo en la Eucaristía: quería ((**It18.690**)) ver la institución divina de la confesión y sus caracteres constitutivos. Quería saber el cómo y el porqué, y, mientras no hallaba respuesta, no descansaba. Y, con estos estudios, con estos deseos, estas aspiraciones, pasó el año de noviciado, al fin del cual, si todavía no me parecía ser novicio, encontré que, al menos, era un poco más cristiano. Aquél era el tiempo para hacer de novicio; pero, en los ejercicios de 1877 en Lanzo, me preguntó don Julio Barberis si quería hacer los votos y respondí que haría los trienales, porque no me ligaban más que por un tiempo y me dejaban en libertad de volver atrás. Puesto que no me sentía todavía con valor y fuerza para quedarme siempre con don Bosco, y a la vez, no estaba aún resuelto ni seguro de la vocación sacerdotal. Me decía a mí mismo: -Seguiré estudiando y después ya veré cómo me encuentro. Durante el trienio de 1877 a 1880 mi progreso, felizmente empezado en el noviciado, se detuvo de momento y después retrocedió mucho. Me parece que la causa estaba en lo poco que estudiaba la religión y la ascética. La lectura de libros devotos era escasa o nula, y ligera y superficial; no tenía ningún conocimiento de la Biblia, de las vidas de los Santos, ni de la Historia eclesiástica; no tenía ningún principio cristiano que al menos dirigiese los estudios profanos que hacía de filosofía (si aquello era filosofía), de matemáticas, de literatura. Si por lo menos aquellos estudios hubieran sido profundos; pero ni siquiera eso: todo era superficial, todo tratado al vuelo, sin profundizar nada. Con este plan de vida y de estudios >>es extraño que uno se estacione o vuelva atrás? Pero en agosto de 1878 me presenté a exámenes para maestro superior, en Mondoví, y aprobé; al año siguiente, 1879, me examiné en Génova de reválida. Me había preparado juntamente con don Santiago Gresino y Galavotti, sin ningún estímulo por parte de los superiores, sin ninguna ayuda, salvo el gran entusiasmo con que don Galo Besso nos enseñaba matemáticas. Por lo demás nos dejaron abandonados a nosotros mismos que, además, teníamos que dar clase, asistir al comedor y al dormitorio. Pero no nos desalentamos ante aquella apatía y nos animábamos mutuamente a estudiar, hasta que el Señor hizo que conociéramos a don Francisco Cerruti, de Alassio. Este santo sacerdote, que tanto recuerda la actividad enérgica, constante, incansable de don Bosco, vino al Oratorio en el mes de mayo de aquel año 1879. Nos presentamos a él, le expusimos nuestra intención de presentarnos a los exámenes de reválida y, a la vez, las dificultades que encontrábamos por parte de algunos superiores del Oratorio. Nos animó a ser valientes y a estudiar: que él hablaría con don Bosco y, a su tiempo, nos llamaría a Alassio, desde donde nos presentarían en Génova como alumnos de aquel colegio liceo. Y así fue: tras mucho luchar, tuvimos por fin el permiso de don Bosco, y sólo de don Bosco, en contra de los demás superiores, ((**It18.691**)) quizá con excepción de don Miguel Rúa, para ir a Alassio, a primeros del mes de junio. En Alassio oímos hablar, (**Es18.593**))
<Anterior: 18. 592><Siguiente: 18. 594>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com