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((**Es18.555**) Humilde comienzo tuvo la obra de don Bosco, como lo han tenido esas grandes instituciones católicas de Caridad que son hoy el único bálsamo eficaz para las heridas sociales y la única medicina para enfermedades y miserias de esta clase, que de otro modo son incurables. Cierto día del año 1841 disponíase don Bosco a celebrar el santo sacrificio de la misa en la iglesia de San Francisco de Asís de Turín y se estaba revistiendo, cuando llegaron a su oído lamentos y voces descompuestas impropias de aquel lugar sagrado. Averiguó de dónde procedían y qué las originaba, y supo que se trataba de un chicuelo a quien el sacristán reprendía duramente y llegó a dar golpes, por haberse metido en la sacristía sin que diese explicación del objeto que allí le había conducido. Habló don Bosco al muchacho, hizo que oyera la misa y, terminada, se lo llevó a su casa, porque supo que estaba desamparado, y en ella le albergó y le cuidó cariñosamente, cediéndole una parte de su hogar modestísimo. Así principió la obra de San Francisco de Sales. En 1842 don Bosco capitaneaba ya una legión compuesta de cien individuos. El celoso Sacerdote los reunía todos los días festivos, y en lenguaje sencillo y conmovedor les inculcaba las verdades de la Religión y les enseñaba las virtudes cristianas. Con el amor y el instinto del Apóstol convertía en grata para sus educandos la enseñanza que les daba, de manera que todos aguardaban ansiosos la hora del domingo en que debían reunirse con don Bosco. Con ellos verificaba romerías y excursiones a sitios pintorescos, que amenizaba un coro de cantores formado de los mismos alumnos de esta escuela cristiana. En 1844 doscientos alumnos le rodeaban en el momento en que celebraba el sacrificio de la misa, en cuya ocasión dio a la obra y al lugar en que se realizaba el nombre de Oratorio de San Francisco de Sales. Rápido fue después su desarrollo y de ella nacieron los Talleres Salesianos. El número considerable de más de doscientos mil niños recibe hoy día instrucción técnica para un arte u oficio y educación cristiana en los establecimientos que dependen del venerable fundador de la Obra. En Turín, que es la patria de la Congregación según hemos indicado, tienen los Salesianos magníficos talleres, en los cuales llama la atención una fábrica de papel y una tipografía montada ésta con prensas de vapor y con todos los adelantos modernos, y en donde se imprimen obras en diversos idiomas con notable perfección. En distintos puntos tienen organizadas colonias agrícolas como la de Mogliano en el Véneto, la de Saint Cyr en el Var y la llamada Navarra junto a HyŠres. En el Uruguay y en la República Argentina cuentan también con casas de educación y en la Patagonia con una misión que llegó a reunir ciento treinta misioneros. Gobiernos y hombres de ideas ((**It18.646**)) muy opuestas a las de don Bosco y de sus coadjutores le han favorecido en su empresa y allanado en ocasiones obstáculos de difícil vencimiento. Urbano Ratazzi, entre ellos, amigo íntimo de Cavour, y uno de los políticos que más trabajaron por la unidad de Italia y consiguiente expoliación del Papa, quiso conocer en 1854 a don Bosco, se presentó un día inopinadamente en el Oratorio de Turín, oyó al fervoroso sacerdote cómo explicaba a sus alumnos un punto de la Historia Sagrada, buscóle después en su propia casa, departió con él largamente sobre los sistemas de educación que podían emplearse con los niños, y salió prendado del fundador de las Escuelas y Talleres Salesianos. Ratazzi, que en medio de sus errores religiosos y políticos tenía despejada inteligencia, comprendió al punto la utilidad social de la Obra de don Bosco y, resuelto a protegerla, empleó para ello la influencia de que gozaba en las elevadas regiones del nuevo Estado italiano. Esta Obra civilizadora existe ya en el llano de Barcelona, como saben todos nuestros lectores. A la piedad incansable de una distinguida señora, a la que deben inmensa gratitud muchísimos desgraciados, se debe e(**Es18.555**))
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