Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es18.524**) llaga en la matriz y se la veía caminar inexorablemente hacia la muerte. Pasó un tiempo en el hospital, y volvió después a su pobre casa donde la visitaban algunas damas caritativas de la ciudad, y le prestaban asistencia. Una de ellas, la baronesa Ricci des Ferres, hija de la familia Fassati, le contó la reciente historia de la señora Dellavalle y le aconsejó que imitara su ejemplo, a cuyo fin le proporcionó un retrato de don Bosco, que llevaba adherido un trocito de tela que le había pertenecido. La señora Piovano, agradecida, empezó una novena el sábado anterior al domingo de Ramos. Pero ella, que era muy buena cristiana, deseaba de corazón, más que la propia curación, la conversión del marido, que hacía mucho tiempo no quería saber nada de religión. Hacía, pues, la novena a don Bosco con este doble fin; a pesar de todo se esforzaba por aguantar su mal ((**It18.607**)) estando levantada el mayor tiempo posible, puesto que era muy pobre y tenía que hacerse ella sola las labores de la casa. Al comenzar la novena, se le apareció una noche, en sueños, el Siervo de Dios animándola a orar y a esperar. De nuevo se le apareció el último día, en la noche entre el domingo de Pascua y el lunes. Tenía bellísimo aspecto y llevaba una estola preciosa. Llamóla por su nombre, y le dijo: -Ten ánimo. Dios te ha escuchado. En efecto, en aquel instante le pareció renacer. No tenía ningún dolor, ni pérdida de sangre, ni decaimiento, sino muchos deseos de moverse y de comer. Y no era todo eso. De mañana temprano notó que su marido salía de casa a una hora desacostumbrada. Sin que la viera, lo siguió. Entró en la iglesia de San Felipe, su parroquia, estuvo un ratito en oración, después se confesó, comulgó y oyó la santa misa. Se adelantó a su marido, para volver a casa y le preguntó, a su vuelta, qué novedad era aquella de salir tan de mañana. -He ido a cumplir con Pascua, le respondió. Mira la papeleta. En aquella modesta familia, alegrada con tres hijos, entró aquel día un doble rayo de felicidad. La lluvia de bendiciones celestiales obtenida por intercesión de don Bosco continuó después abundantemente y sin cesar. Verdaderamente, para dar testimonio de su santidad, pueden ser suficientes los cuatro milagros sometidos por la Iglesia a riguroso examen y reconocidos como tales por su autoridad; pero el conocimiento de otras innumerables gracias, atribuidas comúnmente a nuestro Santo, viene a reavivar la fe, incrementa la piedad cristiana y glorifica todavía más la bondad de Dios omnipotente, que hoy, no menos que ayer, per sanctos suos mirabilia operatur (hace maravillas, a través de sus santos). (**Es18.524**))
<Anterior: 18. 523><Siguiente: 18. 525>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com