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((**Es18.522**) hasta la noche. Como arrastrada por una fuerza superior, volvió allí al día siguiente. Entró en la iglesia y la vio preparada para una misa de difuntos, que empezó poco después. No sabía la señora que era el aniversario de la muerte de don Bosco. Al salir del funeral experimentó dentro de sí una especie de trastorno total de su ser. La amabilidad y la paciencia del Director, que era el sacerdote visto en el sueño, hizo el resto, de modo que, en un tiempo relativamente corto, la transformación fue completa y duradera. Una curación que, hasta por el modo, podría decirse que parecía una resurrección de la muerte a la vida fue el restablecimiento de la señora Marina Cappa, esposa del comerciante Carlos Dellavalle, domiciliado en Turín. Un cáncer en el útero la atormentaba desde hacía cinco años. Después del primer año de enfermedad visitóla detenidamente el doctor Ramello, y comunicó decididamente al marido: -Su esposa está perdida. Que guarde cama, para no sufrir tanto los dolores, mientras sea posible prolongarle la vida. Se encontró el mismo día por la calle con don Francisco Dalmazzo, que era el confesor de la enferma e iba a visitarla desde San Juan Evangelista, y le dijo: -Vaya a consolar a esa buena mujer; le necesita a usted más que a mí. El arte y la ciencia ya no sirven de nada para ella. Sin embargo, como suele hacerse en casos semejantes, se consultaron algunos especialistas, los cuales le recetaban medicinas que, en fin de cuentas, no eran más que paliativos para sostener las fuerzas y aliviar los sufrimientos, ya que, como expresamente manifestaba el médico dicho, en su ((**It18.605**)) declaración escrita del 22 de mayo de 1889, <>. El cuerpo de la paciente, reducido a piel y huesos, en el mes de enero de aquel año parecía que entraba ya en putrefacción. En tal situación, una hermana suya, religiosa de la Orden de la Visitación en Génova, escribió a su cuñado que la recomendara a la Beata Margarita de Alacoque, cuya causa de canonización se estaba gestionando. Leyó el médico la carta, y dijo al señor Dellavalle: -Haga cuantos votos y oraciones quiera. Si llegara a curarse, estoy dispuesto a atestiguar el milagro; pero, ciertamente, Dios no cambiará el orden de la naturaleza. Hablaba así porque no creía en la posibilidad de los milagros. El milagro, en efecto, se verificó, mas por mediación de don Bosco y en forma desconcertante. Un día visitaron a la enferma dos Hijas de María Auxiliadora, y al despedirse, le dejaron una reliquia de don Bosco, animándola a que hiciera una novena. (**Es18.522**))
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