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((**Es18.52**) Perdida toda esperanza, se acurrucó en un rincón, transida de pena. Mientras esta allí, profundamente afligida, se le acercó uno de los sacerdotes que acompañaban a don Bosco y le dijo: -Señora, venga conmigo. La señora Bruzzone le siguió maquinalmente y se encontró ante el Santo, que la había mandado llamar. Estupefacta y confundida por una llamada tan misteriosa, cayó de rodillas a sus pies y comenzó a llorar. Después de un instante, le preguntó don Bosco: ->>Que desea, buena señora? -Padre, tendría tantas cosas que decirle... Pero estoy aturdida y no me vienen las palabras. Tengo una familia numerosa, pero un hijo... -Pobre madre, le interrumpió don Bosco, posándole la mano sobre la cabeza. En lo que usted piensa ((**It18.49**)) no hay nada nuevo. Pediré por usted en el santo sacrificio de la misa y todo se arreglará pronto. Serénese. La bendijo y se retiró. La mujer vivía en un continuo martirio, pensando que su hijo se hubiera enviciado en relaciones deshonestas; pero don Bosco le había dado seguridad sobre este punto y las cosas eran así en realidad. Vino después lo mejor, como él había anunciado. El último domingo de carnaval, cuando la madre tenía más razón para temer, díjole el joven la noche anterior: -Madre, vamos a dormir. -Tú me quieres engañar para quedar más libre, respondió ella. Haz lo que quieras, pero yo iré a dormir cuando me plazca. -No, madre, no te engaño; me voy a dormir. Y se fue. No se sabe qué cambio se había efectuado en él, porque, además, el joven era de pocas palabras; pero es lo cierto que, a partir de aquel día, dejó de ir con las compañías de antes, aunque había abonado su cuota de socio. Se hizo más serio, atendió a su negocios, comerció algunos años en América; volvió a la familia y ya no se le vio cometer ninguna clase de ligerezas. El día diecisiete de marzo, a las once de la noche, llegó don Bosco a Alassio. Durante una buena media hora de camino, no había hablado con don Francisco Cerruti más que de los misioneros y de las misiones, detallando los lugares de América, de Africa y de Asia, a donde irían sus hijos en el transcurso del tiempo. -Dirás, observaba, que ya hay allí religiosos de otras Congregaciones. Es verdad; pero nosotros vamos a ayudarles y no a suplantarlos, írecuérdalo bien! Generalmente ellos se dedican a los adultos; nosotros debemos dedicarnos especialmente a la juventud, sobre todo a la más pobre y abandonada.(**Es18.52**))
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