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((**Es18.481**) -Supongo que las autoridades no me podrán negar lo que no se rehúsa a cualquier ciudadano que solicite semejante permiso. Nos basta enviar un telegrama a Barcelona para obtener en seguida una respuesta afirmativa. -El Municipio podría conceder un sitio de distinción... -El Ayuntamiento ha tenido un gesto desconsiderado con nosotros, cuando yo solicité una sepultura para don Bosco y para sus hijos en el camposanto. Y entonces contó don Antonio Sala al Gobernador que el Ayuntamiento siempre había respondido negativamente a la petición de pagar a plazos las diecinueve mil liras que costaba la adquisición de una parcela en el cementerio y que, finalmente, concluyó remitiendo una carta insolente. El Gobernador ignoraba la existencia de estos motivos de tirantez entre el Municipio y los Salesianos. Por el momento, pues, se suspendió toda decisión, puesto que les estaba vedado a los gobernadores del Reino hacer recomendaciones al Ministerio para autorizar sepulturas en la Ciudad. Al mismo tiempo, se tramitaba el asunto en Roma. El procurador, don César Cagliero, y, con él, don Antonio Notario, solicitaron ser recibidos por Crispi. Anunciáronle, ante todo, la muerte de don Bosco. El Ministro estuvo atentísimo y respondió: -Conocí a don Bosco antes que ustedes. Recuerdo cuánto bien me hizo, cuando estuve desterrado en Turín. Con el tacto que le distinguía, don César Cagliero aprovechó sus mismas palabras para introducirse y rogarle que permitiera el sepelio de don Bosco en los sótanos de la ((**It18.555**)) iglesia de María Auxiliadora, pero el Ministro puso como óbice la prohibición de la ley. -Precisamente por esto, replicó el Procurador, nos presentamos a Su Excelencia para que tenga la bondad de conceder una excepción en favor de don Bosco. -Es una excepción que levantaría muchas protestas... Se sentaría un peligroso precedente... >>No podrían ustedes enterrarlo en alguno de sus colegios? Esto se podría conseguir más fácilmente y, así, don Bosco permanecería en medio de ustedes. Por lo demás, hablen con mi secretario, Pagliano; todo puede encontrar su arreglo. Miren a ver si está todavía en su despacho. Quizás haya salido a almorzar. Hagan la prueba. Cuando se entrevistaron con Pagliano, se dieron cuenta de que el Ministro ya había hablado con él. Les trató con toda cortesía. Les leyó los artículos de la ley sanitaria que prohibía enterrar dentro de la ciudad. Para hacer una excepción, se necesitaba una ley del Parlamento (**Es18.481**))
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