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((**Es18.474**) celebridad y singular pericia. Tampoco os hablaré ahora de sus virtudes y sus obras, porque el tiempo apremia y el corazón no lo permite. De momento sólo diré que, hace muy poco, aseguró don Bosco que su Obra no sufriría quebranto con su muerte, puesto que goza de la protección de María Auxiliadora y está sostenida por la caridad de los Cooperadores y Cooperadoras, que continuarán sosteniéndola y favoreciéndola. Abrigo, por mi parte, la firme esperanza de que así ha de ser, porque don Bosco, desde el Cielo, donde esperamos con todo fundamento que habrá sido recibido en la gloria, nos hará más que nunca de amorosísimo Padre y, ante el trono de Jesús y de su Madre divina, ejercerá su caridad más eficazmente y hará llover más abundantemente sobre nosotros las bendiciones celestiales... Encargado de sucederle, pondré cuanto esté de mi parte para corresponder a vuestras esperanzas. Ayudado con vuestro concurso y el consejo de mis hermanos, estoy seguro de que la Pía Sociedad de San Francisco de Sales, sostenida por el brazo de Dios, asistida con la protección de María Auxiliadora, confortada con la caridad de los beneméritos Cooperadores y Cooperadoras, continuará la Obra de su eximio y llorado Fundador, especialmente en favor de la juventud pobre y abandonada y de los países de misión. Todavía un pensamiento. A imitación de nuestro glorioso Patrono, San Francisco de Sales, don Bosco, al oír o leer las benévolas expresiones que usaban refiriéndose a él, manifestó muchas veces su temor de que, después de su muerte, creyéndose que no necesitaba de sufragios, lo dejaran abandonado en el purgatorio. Por tanto, conforme a su deseo y por la deuda de amor filial, recomiendo a todos que hagan pronto fervorosas plegarias en sufragio de su alma, sabedores de que el Señor sabrá a quiénes aplicar su eficacia. Salesianos, Hijas de María Auxiliadora, Cooperadores y Cooperadoras, jovencitos y jovencitas, confiados a nuestros cuidados, ya no tenemos a nuestro buen Padre en la tierra; pero lo veremos en el Cielo, si atesoramos sus consejos y seguimos fielmente sus virtuosos ejemplos. Turín, 31 de enero de 1888. Vuestro afectísimo Hermano y amigo, MIGUEL RUA, Pbro. N.D. El venerando don Bosco murió el treinta y uno de enero, a las cuatro y tres cuartos de la mañana. Su sepelio tendrá lugar el jueves, dos de febrero, a las tres de la tarde, y la Misa de cuerpo presente, a las nueve y media de la mañana, en la iglesia de María Auxiliadora. ((**It18.547**)) El reverendo Perotti, de Moncrivello, escribía a don Juan Bonetti, el dos de febrero, y expresaba felizmente la impresión general que produjo esta circular en cuantos la leyeron. Decía: <>. Después de los Superiores y de los que pertenecían a la familia salesiana, nadie podía sentir más la pérdida de don Bosco que sus (**Es18.474**))
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