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((**Es18.468**) de su amadísimo Padre y Superior don Bosco, ofrecen, a cambio, su propia vida. íEa!, pues, os suplicamos que os dignéis aceptar nuestra súplica y atenderla favorablemente>>. Esta plegaria fue colocada bajo los corporales durante la misa celebrada por don Joaquín Berto en favor de don Bosco, en el altar de Santa Ana y ayudada por el muchacho, Luis Orione. Otros seis alumnos firmaron después aquel pliego y comulgaron con la misma intención 1. El Señor no dejaría de bendecir la santa y generosa intención de aquellos doce buenos hijos. Por desgracia, se habían perdido todas las esperanzas; la ciencia debió sentirse impotente para reanimar aquel cuerpo deshecho por medio siglo de luchas y fatigas. El nuevo empeoramiento de la enfermedad se presentó el veinte de enero, primer día de la novena de San Francisco de Sales, y continuó hasta la fiesta del santo Protector, en la que el venerando enfermo fue afectado de parálisis y perdió el uso de la palabra. Desde entonces ya no pudo hablar y parecía enteramente fuera de sí. A las diez le recitó monseñor Cagliero las letanías de los agonizantes y después le impartió la bendición del Carmen, estando a su alrededor algunos directores. Se le sugerían jaculatorias. Don Carlos Viglietti le humedecía continuamente los labios con vino. Don Joaquín Berto, su primer secretario por muchos años y su brazo fuerte en las circunstancias más críticas 2, quiso tomar para sí parte de aquel cuidado. Don Antonio Sala extendió sobre su cuerpo una camisa del santo Pontífice, Pío IX, que don Bosco conservaba cuidadosamente. ((**It18.540**)) Los médicos habían asegurado que aquella noche, o antes de que saliera el sol del día siguiente, don Bosco fallecería. La noticia corrió como un relámpago por el Oratorio, desgarrando los corazones. Los Hermanos pedían que se les permitiera verlo por última vez. Don Miguel Rúa consintió que todos pasaran a besarle la mano. Se reunían silenciosos en pequeños grupos en la capilla y desfilaban desde allí uno a uno ante el agonizante. El estaba tendido en su camita; tenía la cabeza un poco levantada, algo inclinada sobre el hombro derecho y apoyada sobre tres almohadas. Su rostro parecía tranquilo y normal; tenía los ojos entreabiertos y la mano derecha tendida sobre 1 Eran: 1. Bernardo Cerri. -2. Pedro Olivazzo. -3. Joaquín Bressán. -4. Florencio Magrinelli. -5. Pedro Orsi. -6. Juan Pacchioni. (Como dato curioso podemos añadir que los tres primeros fallecieron en España, donde ejercieron fecundo apostolado: B. Cerri en Alicante (1-VII-1919); P. Olivazzo en Arévalo (4-XI-1958); J. Bressán, en Sevilla (4-XI-1937). (N. del T.) 2 Don Joaquín Berto, en los días precedentes, había tenido la satisfacción de oírle decir con sus labios: -Tú serás siempre mi querido don Berto. (**Es18.468**))
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