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((**Es18.452**) enterado de que usted obtiene muchas gracias del Señor, le ruego se digne ocuparse de ésta, que yo pido fervorosamente a Dios. Espero que atienda la súplica de una hija afligida, al ver a su querido papá alejado del Señor>>. Una tal María de Hornstein, trŠs indigne coopératrice, desde Rinningen (en el Baden alemán) le dice: <<íHaga el favor de cuidarse mucho! íNos sentimos afortunados, disfrutando de sus oraciones, consejos y bendición! Bendiga a nuestros siete hijos, de los que puedo decirle con todo mi corazón, como sus buenos colonos de san Nicolás en Argentina: -Son suyos todos, si los quiere tomar 1. Ni mi marido ni yo podemos pensar en ofrecimiento más gustoso. Beso su mano con la ternura y la veneración más profunda>>. Desde Lalaire, en Francia, le describe una de la familia Clock, su vida pasada, el descuido en algunos de sus deberes, la incertidumbre del estado presente de su alma y el terror del futuro en la eternidad, y concluye suplicando que le diga una palabra, una sola palabra que le devuelva la paz. Dios ha consolado a otras almas ((**It18.521**)) a través de su ministerio; pídale que, por su medio, me conceda la misma gracia>>. Dede La Valletta, en la isla de Malta, le enviaban parabienes por la salud recuperada y augurios de que Dios le conservase para recibir el afecto de sus seres queridos y para el bien de la humanidad. Desde Mons (Bélgica), el señor Julio Honorez, que había visto a don Bosco en París, en casa de la señora de Combaud, pide a don Miguel Rúa un ejemplar de su biografía para enviársela a la esposa de Sadi Carnot, Presidente de la República francesa, y le ruega que lo encomiende en sus oraciones. La ilusión de la realidad de su mejoría hacía que el bonísimo monseñor Guigou, de Niza, escribiera: <>. El señor Hosg le felicitaba en holandés, desde Haarlem por su salud recuperada. Hasta don Carlos Viglietti se abandonaba a tan risueñas esperanzas y escribía, el quince de enero, una carta a Leonardo da Vinci de Milán, publicada a continuación, en su número del 18-19, por el Osservatore Cattolico, que hacía estas afirmaciones: <>Pero, qué dice, Monseñor? No uno, sino todos; y, si el Señor nos diera el doble, todos se los queremos ofrecer a don Bosco y a María Auxiliadora. (**Es18.452**))
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