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((**Es18.41**) le señaló tres muy reconocibles, aunque tenían sus caras muy desfiguradas. ->>Ves estos tres desgraciados? Los ha corrompido uno que tú no creerías, si no hubiera venido yo a decírtelo. Y he venido porque era necesario que te descubriese este misterio de iniquidad. Tú te fias de él, crees que es bueno y así lo parece exteriormente. Es el coadjutor... (y dijo nombre y apellido). Ese es el asesino del alma de estos jóvenes. Mira en qué estado se encuentran. Al oír don Juan Branda aquel nombre se quedó frío. Jamás hubiera sospechado tanta iniquidad en él. Pasaba efectivamente por bueno y tenía exteriormente una conducta intachable. Don Bosco continuó: -Mándalo en seguida fuera de casa. No toleres que permanezca en medio de los jóvenes. Sería capaz de corromper a otros. Entre tanto seguían andando, pasando de un dormitorio al otro y contemplando uno a uno a todos los que dormían. Don Bosco le señaló a varios que tenían la cara descompuesta y deforme. Salieron de los dormitorios, recorrieron toda la casa. Escaleras, habitaciones, patios estaban inundados de luz, como si fuera de día. Don Bosco andaba expeditamente, como si apenas hubiera cumplido cuarenta años. Volvieron a la habitación de don Juan Branda. Allí, en un rincón, junto a una estantería, aparecieron los tres pobres muchachos en actitud de quererse esconder para escapar a la mirada de don Bosco; tenían ((**It18.36**)) la cara repugnante. Junto a ellos estaba también el coadjutor, inmóvil, con la cabeza baja, temblando y dispuesto como un condenado a muerte camino del patíbulo. La fisonomía de don Bosco tomó un semblante terriblemente severo y, señalándolo, dijo a don Juan Branda: -íEste es el que pervierte a los jóvenes! Y, volviéndose después al reo, le gritó con un tono de voz aplastante: -íPerverso! Tú eres el que roba las almas al Señor! íTú el que traiciona de este modo a sus superiores! íEres indigno del nombre que llevas! Y, con este acento amenazador, continuó apostrofándolo, haciéndole ver la enormidad de su culpa, mantenida y callada meses y meses en la confesión. Aparecía también un clérigo junto a aquellas figuras; estaba en actitud de humillado, pero no descompuesto como el coadjutor. Don Bosco miróle también a él, aunque no tan severamente, y dijo a don Juan Branda: -Aleja también a éste de casa; porque, si se queda, causará graves caídas.(**Es18.41**))
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