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((**Es18.403**) definitivamente en cama, como ésta resultara muy incómoda para el servicio de los enfermeros, le acostaron en la que ya había servido para el hermano curado. Los que permanecían a su lado, no podían dejar de alarmarse, al ver cómo decaía, y temían su próximo desenlace. El se daba cuenta de ello y procuraba, como buen padre, alentarlos y asegurarles que la Congregación no tendría que temer por su muerte, sino que, por el contrario, recibiría mayor incremento. Por ello, cuando no podía tomar sus parcas comidas con los demás, se hacía acompañar igualmente al refectorio, donde procuraba, con sus bromas, tener alegres a sus hijos. Pero, entre tanto, los iba preparando insensiblemente para la gran desgracia. Algunas veces, sintiéndose peor que de costumbre, se hacía llevar en una silla de ruedas y, en medio de ellos, escuchaba, daba disposiciones y animaba a todos a confiar en la Providencia. El día de Todos los Santos no pudo bajar, como había hecho siempre, a la iglesia para rezar con los muchachos el rosario por los difuntos, pero quiso recitar, siguiendo la piadosa costumbre, las tres partes del rosario con los secretarios y algunos coadjutores, reunidos en su capilla. Aún salió de paseo en coche algunas tardes después con don Carlos Viglietti. Este le contaba, riéndose, que uno de los hermanos hablaba de las demás congregaciones, poniéndolas por las nubes, pero omitiendo siempre referirse a la salesiana o hablando de ella sin ningún respeto. Don Bosco le dijo que, cuando le oyera de nuevo expresarse así, le respondiera: Tamquam fera seipsum devorans. (Como la fiera que se devora a sí misma). También salió el quince de noviembre, para ir a visitar a un médico del Oratorio, el doctor Vignolo, que guardaba cama hacía algunos días. ((**It18.465**)) Hacia fines de noviembre, fue una tarde a visitarle don Juan Bautista Lemoyne; le hablaba de la disciplina de los muchachos y le preguntaba cuál era el mejor medio para hacer fructuosas las confesiones. El Siervo de Dios, que se expresaba con dificultad y con respiración afanosa, le dijo: -La noche pasada he tenido un sueño. -Querrá decir que ha tenido una visión. -Llámala como quieras, pero estas cosas hacen aumentar de una manera espantosa la responsabilidad de don Bosco ante Dios. Es cierto que Dios es muy bueno. Y, al decir esto, lloraba. ->>Qué vio en ese sueño?, preguntó Lemoyne. -Vi la manera de avisar a los estudiantes y a los aprendices; los medios para conservar la virtud de la castidad y los daños reservados (**Es18.403**))
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