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((**Es18.345**) cubierto de exuberante vegetación. Allí acamparon. Se había elegido el lugar con cuidado para resguardarse del viento y poderse defender ante un eventual ataque de los indígenas. Cuando vio Monseñor todo en orden, dispuso su altar portátil en el que celebró la santa misa, implorando la bendición del Cielo, sobre su incipiente misión. Por desgracia muy pronto ocurrió un trágico episodio. Al oscurecer apareció un gran fuego en la costa del norte que señalaba la presencia de los indios. Al alba del día veinticinco, el jefe de la expedición, escoltado por quince soldados, quiso hacer un reconocimiento. Hacia el mediodía se encontró con una tribu de onas, los cuales, al ver el pelotón de soldados, abandonaron sus míseras cabañas y huyeron. Los soldados les siguieron, cortáronles la retirada, los cercaron y quedaron a la espera de órdenes. El señor Lista intentó invitarles a rendirse con amigable mímica; pero ellos, que no comprendían nada, al ver la actitud hostil de los soldados, dispararon unas flechas contra ellos, mas sin herir a ninguno. Viendo que resultaban inútiles todos los esfuerzos de entendimiento, el jefe ordenó primero hacer fuego y después atacar a la bayoneta. Y en esto el capitán, que guiaba la expedición, fue alcanzado en la sien izquierda por una ((**It18.395**)) flecha leñosa y cayó por tierra sin sentido y sangrando por la herida. Entonces sus hombres se enfurecieron y se lanzaron rabiosamente contra los indios, matando a cuantos oponían resistencia. Veintiocho quedaron muertos. Hicieron trece prisioneros, entre los cuales había dos niños de pecho con sus madres, una niña de unos diez años herida, que murió poco después, y algunos niños y niñas más. Sólo pudieron escapar dos hombres, aunque heridos y perseguidos a balazos 1. Ocultóse a don Bosco la inútil barbarie de la soldadesca. El lamentable suceso hubiera causado una inmensa pena a su corazón de apóstol; puede fácilmente deducirse por la impresión que le causó una relación de monseñor Fagnano que le narraba sucesos posteriores, como la captura de varios indios, que les sirviesen de guía y les ayudasen a llevar los equipajes, y cómo en la lucha había muerto un indio. Cuando don Bosco oyó la lectura del hecho, empezó a quejarse amargamente de que los Salesianos tuvieran que ir en compañía de soldados que mataban a los indios. -íQuiero, exclamó, que los misioneros vayan solos, sin ser escoltados por las armas! Si no es así, será infructuosa su predicación. Sería mejor no ir que hacerlo de esta manera. 1 RAMON LISTA, Viaje al país de los Onas, pág. 74. (**Es18.345**))
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