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((**Es18.343**) Los dos diputados católicos, Estrada y Goyena ((**It18.392**)) expusieron en el Congreso éstas y otras razones; pero la prensa sectaria movió tanto la opinión pública, que le fueron concedidas las ocho leguas de terreno. íQué diferencia de trato con las misiones católicas de la Patagonia! En sólo seis años los pobres hijos de don Bosco habían levantado allí dos bonitas iglesias, habían abierto dos colegios, para niños y dos para niñas, habían fundado varias asociaciones piadosas, habían recorrido el territorio varias veces en busca de los indios, por los desiertos patagónicos, hasta el Río Colorado por un lado y hasta el entonces misterioso lago Nahuel-Huapí por otro y la cumbre de los Andes, lo que significa una superficie de mil quinientos kilómetros desde Carmen de Patagones; y, sin embargo, parecía que las autoridades locales los ignorasen cuando no les acosaban, como hicieron frecuentemente, apresando, por ejemplo, a don Domingo Milanesio el año 1887, sin más culpa que la de su verdadero celo apostólico. Con todo, en los comienzos del 1886, habiendo cambiado el Presidente de la República hubo un hombre de buen sentido, el señor Dosse, que sustituyó en el Ministerio del Culto al nefasto Wilde, que habría querido acabar con todo vestigio de religiosidad; por esto escribía monseñor Cagliero 1: <>. En efecto, el nuevo Ministro parecía dispuesto a concederle siete mil escudos para la iglesia que se estaba construyendo en Patagones. El inspector don Santiago Costamagna, con el propósito de confirmarlo en sus buenos propósitos fue a visitarle el día veintisiete de noviembre, para presentarle sus saludos en nombre de los Salesianos y de su padre don Bosco. Y resultó que el Ministro, sin que se le preguntara nada, dijo espontáneamente que su primer pensamiento era ayudar a la Misión de Tierra del Fuego y que se empeñaría de veras para ayudar a don José Fagnano y para que se establecieran allí los Salesianos ((**It18.393**)) con toda libertad y suficientes subsidios. El Inspector, al verlo animado con tan buenos sentimientos, le insinuó que, de aquel modo, sería un brazo de la divina Providencia, la cual había sugerido hasta entonces el pensamiento de las misiones al Sumo Pontífice y a don Bosco; pero, a falta de un brazo que diera un impulso en la Tierra del Fuego un Gobernador del territorio, éste, queriendo de intento sorprender al misionero, llegó cuando izaba la bandera británica y le intimó a que la arriara. 1 Carta a don Bosco, Patagones, doce de noviembre de 1886. (**Es18.343**))
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