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((**Es18.325**) P.D. En este momento recibo la noticia de que el conde Colle de Tolón, nuestro insigne bienhechor, está gravemente enfemo. Lo encomiendo encarecidamente a la caridad de sus santas oraciones. El hijo del conde Francisco De Maistre continuó empeorando hasta otoño, cuando el padre, perdida toda esperanza de salvarlo, telegrafió a don Bosco desde Saboya: <>. Se le había declarado una pulmonía. La fiebre era muy alta, la tos obstinada, la repetida auscultación acusaba que sobre todo un pulmón estaba obstruido ((**It18.372**)) y corría peligro la vida del pobre niño. Cuando el médico declaró que él sólo no podía hacerse responsable de la enfermedad, el padre preparó un telegrama para enviarlo a un especialista de París; pero, antes de mandarlo, quiso implorar las oraciones de don Bosco. El Santo respondió telegráficamente bendiciéndolo, prometiendo rezar con sus muchachos a María Auxiliadora y recomendando que estuvieran tranquilos. Se envió la respuesta al anochecer. Se supo en seguida que el niño había pasado bien la noche y que, a la mañana siguiente, le habían encontrado totalmente curado: sin fiebre, sin tos, y, sin poder distinguir, a la auscultación, qué pulmón había sido el afectado. El médico de París solamente comprobó con mayor seguridad la perfecta e instantánea curación. Pasado el invierno, el padre llevó a Andrés a visitar la tumba de su bienhechor y, para que no se le borrase el recuerdo del favor recibido y su agradecimiento al Siervo de Dios, hizo que él mismo enviara a don Miguel Rúa una carta con dos billetes de mil liras. El muchacho continuó manteniéndose sano y robusto 1. La cuarta carta requiere algunas explicaciones. La señora Teodolinda Pilati, viuda de Donini, de Bolonia, conocida ya por nuestros lectores como una generosa cooperadora, había comunicado a don Bosco en el mes de junio su intención de emplear en obras de beneficencia el patrimonio que le había dejado su marido. Don Bosco le había respondido, manifestándole, ante todo, su pensamiento de que al presente no había necesidad más apremiante que la de ayudar a la juventud masculina pobre y abandonada, para educarla cristianamente, formar buenos ciudadanos, obreros y padres de familia y preparar buenos sacerdotes y religiosos, cuidando las vocaciones, como precisamente se hacía en las casas salesianas de Europa y de América. En el caso, pues, de que la señora tuviera la intención de favorecer 1 Summ. sup. vir. núm. XVII, De donis supernis et miraculis in vita, & 28 (testigo don Miguel Rúa). (**Es18.325**))
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