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((**Es18.323**) El colegio se levanta en parte sobre una ladera y en parte sobre la cima de una colina, totalmente limpia de otros edificios, a orillas de una ancha y amplia pradera cubierta de hierba a levante, cruzada en su parte superior por una cómoda carretera que termina bajo una pérgola. Por el fondo del valle pasa murmurando el río Stura, en cuya ribera opuesta empiezan las primeras laderas de los Alpes, y, a la izquierda del que mira, se extiende una inmensa llanura: en el fondo del horizonte aparece Turín. Todas las tardes daba don Bosco su paseo hasta allí, y se detenía un rato en aquel punto tan pintoresco. Raras veces y poco tiempo hacía el camino a pie. Le llevaban sentado en una silla de ruedas a modo de cochecito; casi siempre la empujaba Viglietti u otro de la casa; a veces, algún forastero de confianza. Mientras se sentaba, dijo a la comitiva de los exalumnos: -Yo, que desafiaba a saltar a los más ágiles, ahora tengo que andar en coche con los pies de otro. Bajo la pérgola conversaba a menudo con algunos amigos íntimos. Una vez, estando a solas con el coadjutor Enría, miraba pensativo hacia Turín; después exclamó suspirando: -Allí están mis muchachos. Un día le preguntó si se acordaba de un antiguo Tantum ergo, que él había esto y se puso a cantarlo con voz débil y vivo sentimiento. Algunas tardes don Carlos Viglietti bajaba hasta el río, cruzaba el clásico puente romano, de un solo y atrevido ojo, trepaba por la pendiente opuesta hasta llegar a una de las cumbres y, desde allí, lo saludaba con el pañuelo, y él, la mar de contento, le respondía del mismo modo. En fin, ((**It18.370**)) se hacía lo posible por distraerle y proporcionarle un poco de bienestar. Todas las autoridades de Lanzo se apresuraron para ir a saludarlo. Acudió también el diputado Palberti. Muchos señores y señoras veraneantes, movidos por el deseo de verlo, asistieron al reparto de premios. Hay cuatro cartas suyas correspondientes al mes de julio, cuya copia se conserva en nuestros archivos. La primera está dirigida a la muy benemérita señora Magliano. Benemérita señora Magliano: Pensaba haber tenido tiempo, el domingo pasado, para hablar de nosotros y de la mayor gloria de Dios; pero no pudo ser. Si no le sirviera de mucha molestia darse una vuelta por aquí, sería algo muy oportuno. Damos varios paseos al día y podríamos hablar cómodamente; usted podría pasar el tiempo libre con nuestras Hermanas, (**Es18.323**))
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