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((**Es18.280**) italianos, nos levantamos en defensa del uno y del otro, continuando las antiguas tradiciones>>. Indudablemente si hubiere vivido hasta 1929, y hubiera visto reconocida por la Italia oficial la soberanía del Pontífice de la manera más apropiada a los tiempos nuevos, habría bendecido las luchas mantenidas para conservar viva en la conciencia de los católicos la idea de esta soberanía, en cuyo resurgir habría saludado los auspicios del verdadero resurgimiento italiano. Su último artículo precisamente se titulaba: La conversión de San Agustín y la Conciliación. El robusto atleta, cuando sintió que se acercaba su fin, hizo a Dios el ofrecimiento de su vida con una fe y piedad que conmovieron a cuantos lo presenciaron y con la misma serena sencillez con que había consagrado a Dios su talento, sus fuerzas y su trabajo, desde los años de su juventud. Don Celestino Durando telegrafió a don Bosco la triste noticia, con estas palabras: <>. Aquella pérdida fue grande también para don Bosco. Ordenó en seguida que en Roma y en Turín se hicieran oraciones especiales. Después manifestó públicamente, por dos veces, con voz conmovida su pesar, como veremos en el capítulo siguiente. Por fin, el dieciocho de junio, hizo ((**It18.319**)) celebrar en María Auxiliadora un solemne funeral en sufragio de su alma, pontificando monseñor Leto y con asistencia de monseñor Manacorda, que pronunció la oración fúnebre 1. En la esquela de invitación decía: <>. En sus cuarenta años de vida periodística, Margotti miró siempre a don Bosco con creciente aprecio y veneración, ayudándole cuanto podía con su periódico y su dinero; también se acordó de él en las disposiciones testamentarias, asignándole un legado de doce mil liras. Era una satisfacción para aquel bravo luchador gozar de su amable compañía; por eso, cuando creía que podía proporcionarle un agradable esparcimiento, iba a hacerle una visita. Le agradaba mucho que le invitara a su mesa y se consideraba a su vez dichoso, cuando podía tenerlo en su compañía participando de alegrías familiares. En el mes de febrero del 1886, participando el Santo en una fiesta íntima del amigo, ocupaba el puesto de honor entre los invitados, y, durante el 1 Boletín de julio de 1887. (**Es18.280**))
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