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((**Es18.243**) Don Ramón Jara comprendió. Regresó a Chile y construyó un gran edificio con muchos apartamientos para acoger en él a ciento ochenta estudiantes universitarios de la provincia; recordando durante la construcción las palabras de don Bosco, quiso que los corredores fueran muy estrechos y las puertas muy bajas. Pues bien, durante la guerra civil, provocada por el presidente José Manuel Balmaceda, fue secuestrada la casa y puesta a subasta. Como estaba situada en el centro de la ciudad, varios tuvieron el deseo de adquirirla; pero aquellos corredores y aquellas puertas desencantaban a cuantos la visitaban y <>, de modo que finalmente volvió al uso primitivo, con satisfacción de los profesores que vieron el cielo abierto. En la quietud de su cuartito, dedicaba mucho tiempo al despacho de la correspondencia. Llegaba al Oratorio cada día una cantidad increíble de cartas, por asuntos, por gracias de María Auxiliadora, por las Lecturas Católicas, por el Boletín, como respuesta a las circulares; y procedían de Italia, de Francia, de Suiza, de Bélgica, de Polonia, de Rusia, del Asia Menor, de la India, de las Américas. Muchas de estas cartas iban dirigidas a don Bosco. Hecha la distribución, el Santo se hacía leer por persona de su confianza las cartas dirigidas a él personalmente. Y como, entonces, no podía responder siempre por sí mismo, ((**It18.275**)) frecuentemente encargaba a otros la contestación. Veamos algún intercambio epistolar, del que nos ha quedado copia. Llegáronle de Francia dos cartas sui generis que pueden sumarse a las muchas pruebas de la extraordinaria opinión de santidad en que era tenido universalmente don Bosco. Cierto sujeto, que ya le había consultado varias veces sobre cosas de conciencia y, especialmente, acerca de un determinado partido matrimonial, la víspera de la boda, suplicaba que le dijera si, como buen cristiano, hacía bien al casarse con cierta señorita. El Santo le respondió: <>. El otro no conocía en nada a don Bosco; pero, habiendo oído a uno que lo vio en París que era un hombre de mucha fe, se determinó a exponerle su propio caso. Hacía años que pensaba casarse con cierta joven; pero había llegado a romper las relaciones por cuestión de intereses. A pesar de todo, deseaba reanudar las relaciones; y, por eso, le rogaba que examinara el caso ante Dios y le comunicara después el resultado de su piadosa y caritativa meditación. <<>>Y encontraré, le (**Es18.243**))
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