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((**Es18.134**) en momentos críticos y al que quería mantener siempre indisolublemente unida su Congregación. Del catorce de mayo al diecinueve de julio se recibieron cincuenta respuestas, tres de las cuales procedían de los cardenales Melchers, Ludovico Jacobini y Capecelatro. El piadoso Obispo de Capua y docto Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana, consideraba <> el haber sido inscrito entre los Cooperadores Salesianos. Los venerables Pastores dábanle gracias, encomendábanse a sus oraciones y muchos manifestaban su deseo de que fueran a trabajar en su diócesis los hijos de don Bosco y describían la lamentable situación religiosa en que se encontraban 1. El dos de julio tratóse en el Capítulo Superior cómo mejorar el envío del Boletín y cómo organizar los Cooperadores y nuestro Santo habló así: -El Boletín no sólo es el medio principal para la Congregación. Los Cooperadores son para nosotros un puntal inquebrantable. Por tanto, hay que pensar en organizarlos. Pero despacio, en estas cosas hay que tener paciencia. No es lo mismo nombrar decuriones que poner en marcha toda la organización. Hay que ir despacio. Si se promueven ordenadamente y con regularidad el Boletín y la Asociación de los Cooperadores, nuestra Congregación no carecerá de bienes materiales. El Boletín tenía entonces una tirada de cuarenta mil ejemplares, los gastos anuales de imprenta y correo y sin contar el mantenimiento del personal, llegaban a veinticinco mil liras. En aquel decenio, ((**It18.147**)) habían entrado, a través del Boletín, novecientas mil liras. El primer paso para la organización de los Cooperadores debía consistir en constituir las Decurias en cada parroquia, rogando a los párrocos que indicaran la persona que podía ser nombrada decurión y, en las grandes ciudades, donde hubiera varias decurias, elegir un Director, que fuera un canónigo delegado por el Obispo. Y, al hacer todo esto, había que evitar dos escollos: aparecer como avasalladores y distorsionar la caridad local; por eso, recomendaba don Bosco actuar con calma y prudencia. Los Prelados a que hemos hecho referencia, pertenecían casi todos a diócesis muy distantes de Turín y escribían a don Bosco convencidos de que gozaba todavía de buena salud y que, por consiguiente, continuaba actuando con toda la eficiencia de su actividad personal; pero nosotros sabemos cómo se iban debilitando sus fuerzas. En ciertos momentos, sentía tal opresión, que no podía articular palabra. Sin 1 Publicamos algunas respuestas en el Apéndice, (Doc. núm. 26 A-B-C-D). (**Es18.134**))
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