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((**Es18.100**) colección. Los hay de todas las edades de su sacerdocio y en diversas posturas. Pero se ha hecho observar, y con justicia, que en ninguno de ellos se adivina el menor indicio de orgullo y ni siquiera un aire de suficiencia o de simple vanidad 1. Su rostro <>, aparece en los últimos años <>; pero, aun en su pleno vigor, transparenta siempre <>. Y además, <<íqué autoridad, qué inteligencia, qué fascinación secreta la suya!>>. Cuando se acabó la operación de la fotografía, se desarrolló una escenita interesante. El abad mitrado de los Trapenses, que habíamos encontrado en la conferencia de la iglesia de Belén, era por aquellos días huésped de la familia de don Narciso Pascual y estuvo entre los invitados; en el grupo fotográfico, aparece sentado a la derecha del Santo. Se levantó, pues, y habló con tal entusiasmo de don Bosco y de su misión que arrancó lágrimas a todos los presentes. Quitóse después el anillo del dedo y la cruz abacial del cuello y exclamó: -Ante este hombre de Dios, no hay autoridad que valga. Y, arrodillándose a sus pies, imploró para sí y para los presentes su bendición. Todos se arrodillaron y recibieron la bendición. Finalmente el abad, como atestigua don Miguel Rúa en los procesos, hizo tantas y tales instancias para conseguir el solideo que llevaba el Siervo de Dios, que, vencida toda resistencia, logró arrancárselo. Se había él quedado tres días en Barcelona para gozar expresamente de la presencia de don Bosco. El que había sido su secretario, don Andrés Malet, huésped también de aquella noble familia, escribía al canónigo Tournier de Toulouse, el año de la beatificación 2: <((**It18.107**)) ofrecerle mi brazo, lo que me trajo muchas bendiciones, sin contar la bendición que me dio don Bosco mientras estuve de rodillas a sus pies>>. Don Bosco quiso también ver y visitar la tan celebrada finca. Y, acompañado por aquellos señores, seguido por los muchachos de Sarriá y sostenido por don Luis, recorrió gran parte del jardín, parándose a contemplar la magnífica colección de pájaros terrestres y acuáticos y los camellos, ciervos, osos, elefantes, cocodrilos y otros animales exóticos... 1 HENRI GHEON, Saint Jean Bosco. Colección <>. París, Flammarion, página 186. 2 CLEMENT TOURNIER. Le bienheureux Don Bosco … Toulouse. Toulouse, Imp. Berthumieu, 1929, pág. 87. (**Es18.100**))
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