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((**Es17.94**) al mismo tiempo, ciudadano bueno y honrado; que puede hacerse un gran bien a la juventud pobre y abandonada en todos los tiempos, sin chocar con la corriente de la política, y siendo siempre buenos católicos. El Papa, la Iglesia, el mundo entero piensa en usted, en su Congregación y le admira; y el mundo le quiere o le teme. No es usted sino Dios, quien actúa en su Congregación. Su admirable crecimiento, el bien que hace no tiene explicación suficiente en las causas humanas; es Dios mismo quien guía, sostiene, lleva a su Congregación. Dígalo, escríbalo, predíquelo. Este es el secreto que le ha hecho vencer todo obstáculo y todo enemigo. -Padre Santo, dijo don Bosco, no encuentro palabras para agradecer las benévolas expresiones con que se digna considerar a don Bosco y a sus hijos. Le aseguro que siempre hemos hecho lo que estaba a nuestro alcance para promover entre nuestros muchachos y entre el pueblo el afecto, el respeto, la obediencia a la Santa Sede y al Vicario de Jesucristo. El poco bien que hemos hecho lo atribuimos a la bendición y a la protección del Papa. -Y el Papa seguirá protegiéndole y bendiciéndole. Y ahora dígame: >>está contento con su Arzobispo? Ah, sí, añadió sonriendo, pensé también en usted. Ya lo ve: el cardenal Alimonda le quiere, le quiere mucho y esto me satisface; ya lo sabía yo. Me ha escrito, haciendo un gran elogio de su Congregación y rogándome le conceda los privilegios. El Papa ha hecho un gran regalo a Turín. Y yo estoy satisfecho de que el cardenal Arzobispo le sostenga, le apoye, le proteja, sea todo para usted. -Sí, Beatísimo Padre, Turín debe estar y está agradecida a Vos por haberle regalado tan gran pastor. Y tampoco los Salesianos podían tener un pastor más afectuoso. ((**It17.101**)) Mientras tanto el Papa, que por su temperamento nervioso, necesitaba cambiar de posición y de silla, se levantó y llamó a monseñor Macchi. También don Bosco quería levantarse y cambiar de silla. -íNo, le dijo, usted no se mueva! íNo se moleste! Ya lo hará monseñor Macchi. Y, tan pronto como se retiró Monseñor, volvió el Papa a arrellanarse en su asiento: -Padre Santo, siguió diciendo don Bosco, las concesiones anteriormente hechas por Pío IX ya han caducado, y, en este momento, me encuentro apurado. Pediría que me concediera de nuevo la facultad de dar las cartas dimisorias a los clérigos ordenandos, hasta que no sean concedidas regularmente las concesiones mediante un Breve. El Papa accedió por vía provisional.(**Es17.94**))
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