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((**Es17.778**) en la iglesia, especialmente porque guardaba la prodigiosa imagen de la Virgen de las Nieves, muy venerada en La Spezia, la cual había sido trasladada allí solemnemente desde la iglesia abacial de Santa María con una procesión, en la que tomó parte el mismo obispo de la diócesis, monseñor Rosati. Don Bosco vino, pues, no recuerdo exactamente qué año, tal vez en el ochenta y dos o en los primeros meses del ochenta y tres, a visitar aquella obra salesiana que había hecho grandes progresos desde sus humildes principios y tenía que hacer más aún en el porvenir. Recuerdo que lo saludé el día de su llegada y volví a besarle la mano, lo cual repetí probablemente el día de su salida, mas sin poder, si mal no recuerdo, intercambiar una palabra con él. Oí la conferencia, que él pronunció desde el púlpito de aquella iglesia ante un auditorio, por desgracia escaso, tal vez por ser día laborable y a una hora poco favorable. Pero aquel Santo varón me pareció cansado y algo enfermo de las piernas. En el verano de 1884, tenía verdadera esperanza de tener una entrevista con él, pero también esta vez quedé decepcionado. Se había inaugurado en Turín una grandiosa exposición artística e industrial y fui con mi padre a visitarla. No dejamos de visitar la otra gran exposición de miserias humanas que es la pequeña Casa de la Providencia -El Cottolengo-, milagro perenne de caridad, prueba palpable de la divinidad de nuestra religión. Fuimos al vecino Oratorio Salesiano, con la firme intención de hablar con don Bosco, y pedimos este favor. ((**It17.901**)) Se nos contestó: -Ahora está confesando a los muchachos; cuando termine, podrán hablar con él. Y nos enseñaron, cuando nosotros estábamos en el patio, cómo estaba sentado cerca de la puerta abierta de la sacristía en la iglesia de María Auxiliadora, cercado de un gran grupo de muchachos, cuya confesión oía. Pero el tiempo pasaba y los pequeños penitentes se renovaban continuamente a su alrededor, de modo que renunciamos a la esperanza de verlo y nos retiramos. Aquella fue, por desgracia, la última vez que vía a aquel santo; pero la visión, que de él queda en mi mente, es la del Apóstol de la juventud en el ejercicio del sagrado ministerio, por el que ha salvado a tantas almas y lanzó a tantos jóvenes a hacerse sus imitadores por el camino de la perfección. (**Es17.778**))
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