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((**Es17.776**) ((**It17.898**)) XXV A propósito de los <> En noviembre de 1854, cuando se preparaba la ley sobre los bienes eclesiásticos y la supresión de los conventos, tuvo don Bosco dos sueños, en los que se profetizaban grandes funerales en la corte, si el Rey sancionaba aquella ley. Lemoyne, que los cuenta en el quinto volumen, págs. 136-138, dice también cómo llegó a conocimiento del Soberano la amenaza. Ahora, un documento publicado por vez primera por Antonio Monti en la Nueva Antología (1.° de enero de 1936, pág. 65), nos permite hacer una interesante relación. La Reina Madre María Teresa, viuda de Carlos Alberto, inspirada por su piedad, se había adelantado cuatro años a don Bosco en parecido orden de ideas. En efecto, cuando en 1850 estaba a punto de ser aprobada la ley Siccardi sobre la abolición del fuero eclesiástico, la santa Dama, queriendo apartar a su hijo Víctor Manuel de que diera la sanción real, antes de entenderse con el Papa, le escribió desde Moncalieri, el día nueve de abril, una carta ternísima, en la que le decía entre otras cosas: <>. Cómo se han cumplido los funestos presagios puede verse en el volumen citado, pág. 142 (muerte de María Teresa), en la pág. 142 (muerte de la reina María Adelaida), en la pág. 149 (muerte del príncipe Fernando, Duque de Génova, hermano del Rey) y en la pág. 178 (muerte del último hijo del rey Víctor Manuel). XXVI Don Bosco en las memorias inéditas del general Juan Bautista Rolla Juan Bautista Rolla, genovés, Mariscal, Comisario de Marina, ya octogenario, escribió sus propias Memorias, que se conservan inéditas en los archivos de sus nietos. Hombre muy culto y perfecto cristiano, conservó ((**It17.899**)) hasta última hora la más envidiable lucidez de mente. En su escrito dedicó un breve capítulo a don Bosco, refiriendo, junto con sus impresiones personales, algunos detalles útiles a la biografía del Santo. No fue más que una aparición, cuando vi por primera vez a don Bosco en 1880, pero la aparición de un Santo no se puede pasar por alto porque deja siempre una buena impresión en el alma. Cuando en 1879 me trasladé de Roma a La Spezia, por haber sido nombrado relator en el Consejo de Administración del Hospital Marítimo, encontré que los (**Es17.776**))
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