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((**Es17.753**) B Muy reverendo Señor: Acabo de recibir en este momento su apreciadísima carta y con mucho gusto me impongo el deber y la atención de responder en seguida, entrando en materia sin más preámbulos. En 1865 se llamó a Verzuolo una famosa banda musical de un pueblo vecino: ra muy buena y la misa solemne no dejó nada que desear y gustó a todos. Pero quizás la abundante bebida de la comida nubló los sentidos y la voz de los virtuosos, y la música de la tarde, en las íVísperas y la Bendición resultó francamente espantosa! Mi suegra, la condesa Josefina de Rovasenda, dijo al salir de la Bendición a la Baronesa Mongiardi, abuela del futuro Arzobispo de Génova, monseñor Eduardo Pulciano (que iba de muchacho todos los años a veranear en Verzuolo a casa de su santa abuela): <<íEs preciso que no se repitan semejantes escándalos en Verzuolo! Rogaremos a don Bosco que otro año venga con sus músicos a celebrar la fiesta del Santo Nombre de María. Yo hospedaré a don Bosco y a algunos de sus músicos. Tú hospedarás a algunos más, en las diversas casas hospedaremos a todos, y la fiesta resultará ciertamente hermosa y don Bosco nos predicará el panegírico>>. La Baronesa asintió muy gustosa y todos los veraneantes se ofrecieron a contribuir para dar hospedaje y atender en todo a los músicos. La noticia corrió de boca en boca por toda la población, con mucho agrado de todos. Al año siguiente, 1865, estábamos, como de costumbre, veraneando en Verzuolo, pero antes de lo acostumbrado, creo que a fines de junio. Me parece que el cólera estalló en la primera mitad de agosto y, un día, el señor Emilio Boarelli, padre de la llorada señora Quagliotti, ((**It17.872**)) que me parece era alcalde del pueblo, hombre bonísimo y que no se oponía a las fiestas de Iglesia, vino a ver a mi suegra y le dijo que había en el pueblo quien murmuraba contra la ida de don Bosco, como de algo imprudentísimo, porque se llenaría la iglesia de gente con gran peligro de que aumentara el contagio. Este, en efecto, poco tiempo después aumentó hasta presentarse nueve casos en un día, dando así mayor razón a los murmuradores. Mi suegra, que había conocido de pequeñito al señor Boarelli, le aconsejó que no se dejara acobardar por las habladurías, puesto que la ida de don Bosco más que ocasionar un aumento del mal, sería capaz de librarnos de él. Llegó, pues, don Bosco. Música maravillosa y enorme gentío en la iglesia. Por la tarde, el venerable Siervo de Dios predicó el panegírico. Después de hablar de la Virgen batalladora y del origen de la fiesta del Santo Nombre de María, añadió: <>, no será atacado por el cólera. He procurado decir las palabras que me parece son las del Venerable don Bosco; pero lo que me siento capaz de poder jurar es el sentido de las palabras, la segunda parte del Avemaría, que nos dio como jaculatoria sin la conclusión <> y haber oído decir que ya no hubo ningún caso más de cólera. Este es mi recuerdo exacto, que estoy dispuesta a jurar con la mano sobre el Evangelio. Haga Dios que yo viva hasta verle en los altares... De V. S. M. Rvda. Génova, 20 de diciembre de 1917 Segura servidora, Condesa ADELA DE ROVASENDA (**Es17.753**))
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