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((**Es17.721**) Vicariato, que V. S. se ha dignado confiarme y bendecid a este hijo del desierto, convertido en hijo de la gracia y de V. Santidad. Dignaos, Beatísimo Padre, bendecir a nuestra misión, a nuestros neófitos y a mis hermanos salesianos, sacerdotes, clérigos y catequistas y a las Hermanas de María Auxiliadora, que han ofrecido a María Inmaculada un hermoso y nutrido grupo de jovencitas. Bendecid, por fin, a Patagonia y a su primer Vicario Apostólico, que, postrado ante Vos, besa el sagrado pie y se profesa De V. S. Carmen de Patagones, 27 de agosto de 1885 Afmo. y sumiso hijo, >> JUAN, Obispo de Mágida Vicario Apostólico 96 Carta de monseñor Cagliero a don Bosco Reverendísimo y amadísimo Padre en J. C.: Acabo de llegar de mi primera excursión apostólica por las orillas derecha e izquierda del Río Negro. Hemos visitado diez estaciones, llegando hasta Conesa y pasando a la vuelta por Pringles. Mi ejército se componía de un ayudante de campo, don Domingo Milanesio, de Zanchetta, un coadjutor de la casa, un soldado de escolta y doce caballos. Mi uniforme era: botas hasta la rodilla, pantalones, sotana, cruz pectoral, faja y el famoso poncho, o capote negro, que me defendía del polvos, del viento y de la lluvia. Comíamos lo que encontrábamos, cuando lo encontrábamos, y donde no podíamos encontrar nada, estábamos a merced de la Providencia. Y me vinieron de perlas ((**It17.835**)) los recuerdos de las excursiones que V. P. nos acostumbró a hacer desde I Becchi a la ventura por las colinas del Monferrato. Y la Providencia, como entonces, se portó también ahora como verdadera madre. No nos faltó nada: el agua del Río Negro, que corre abundantísima, es dulce, suave y refrigerantes máxime cuando uno está cansado, agotado y con la garganta llena de polvo. Pienso poder escribir a don Julio Barberis las dificultades, bellezas y curiosidades de esta primera visita pastoral para temas de estudio, puntos de meditación y normas de sus novicios, los futuros apóstoles. El viaje duró un mes sobre una extensión de cuarenta leguas, o sea doscientos kilómetros, como de Turín a Génova. Eso, sin contar el ir y venir de un rancho a otro, cabañas o colonias. A la vuelta devorábamos, a caballo de fuertes corceles, hasta sesenta kilómetros de un tirón. Y don Domingo Milanesio aguantó cien a continuo galope. Me hospedé en casa de muchas familias de indios; hemos bautizado a sesenta y catequizado y confirmado a muchos más. íHe logrado repartir doscientas comuniones! Cosa rara hasta ahora, pero que será más frecuente en el porvenir. En el pasado, sólo se hacían estas excursiones para bautizar y confirmar. Y vi la necesidad de (**Es17.721**))
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