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((**Es17.70**) Salvador sufrió, sudó, vivió pobre, trabajó, murió por las almas. Mirad vosotros cuantos pobres muchachos hay en el mundo, que caen en el vicio y se pierden traicionados, engañados, sin educación religiosa. ((**It17.71**)) >>Podéis vivir impasibles ante un espectáculo tan desgarrador? Mirad que Jesucristo dice a los corazones endurecidos: -Tú no haces nada para salvar las almas con los medios que yo te he dado; por tanto, vaya contigo tu dinero a la perdición. Procuremos, pues, promover nuestros verdaderos intereses. Demos a Jesucristo, y todo lo que demos, se nos devolverá con creces en el tiempo y en la eternidad, porque el banco del Señor no quiebra. Os he hablado como a hermanos; perdonadme, pues, la libertad y la confianza de mis palabras. Voy a Roma y llevaré la limosna, que daréis, para la construcción de la iglesia y el hospicio del Sagrado Corazón. Hablaré de vosotros al Sumo Pontífice, que tanto aprecia a la población de La Spezia, como lo demuestra este mismo Oratorio, socorrido por él con más abundancia de lo que sus haberes le permiten. Le pediré la bendición para vosotros, para vuestras familias y para vuestros intereses. Yo, por mi parte, no dejaré de hacer cada mañana una oración especial por vosotros, y vosotros tened la bondad de rezar por mí. De este modo, con el ejercicio de la caridad de las buenas obras y con la oración, tendremos fundada esperanza de encontrarnos todos juntos en el Paraíso. El auditorio se componía de obreros en su mayor parte, por ser la hora de la comida de los señores; sin embargo, la colecta fue bastante considerable. Hasta se encontró en ella un anillo de oro. Entre los visitantes estuvo en La Spezia el Inspector escolástico en el que don Bosco reconoció al antiguo catequista del oratorio de Turín Carlos Albano Bonino. Hacía treinta años que no lo veía. Felicitó éste a don Bosco por el bien que había hecho en La Spezia y narró una graciosa anécdota, de la que había sido testigo en 1850. Un padre de familia saboyano se había hecho protestante en Turín, ganado por el dinero con que se pagaban las apostasías, y pretendía que su esposa y su hijo hiciesen lo mismo; pero no lo conseguía porque la mujer se mantenía firme y mantenía firme a su hijo. Una noche el muchacho tuvo un sueño. Le parecía que le arrastraban al templo de los protestantes y que, mientras forcejeaba para oponerse a aquella violencia, apareció un cura para librarlo y llevarlo consigo. Al día siguiente, contó el sueño a la madre, que buscaba todos los medios para colocarle al seguro en algún colegio. Una persona ((**It17.72**)) le aconsejó que lo colocara con don Bosco en el Oratorio de Valdocco. Fue ella con el chico un domingo por la mañana y enterada de que era la hora de la función litúrgica, entró en la iglesia. Salió don Bosco a celebrar. Albano Bonino, catequista a la sazón, estaba de rodillas al lado del niño. Este, nada más ver al celebrante gritó: -C'est lui même, C'est lui même! (es él, es él mismo). Y como el chiquillo seguía gritando y la madre lloraba, el catequista(**Es17.70**))
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