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((**Es17.674**) que en el café. Desgraciadamente falta dinero en París. Don Bosco no ha podido hasta ahora realizar más que la segunda parte de su programa. Ha encontrado en Ménilmontant dos amplias salas y dos patios. Una de las salas la ha dedicado a teatro. Ha dividido la otra en varias aulas. El patio más pequeño sirve de gimnasio. En el otro triscan los jóvenes a sus anchas. Allí están todos los días, de las ocho a las diez de la tarde, el sacerdote Bellamy, nombrado director de la casa, otros dos sacerdotes que le ayudan, más un arquitecto, un médico y dos estudiantes de derecho que dan clases de lengua francesa, de matemáticas, de canto, de dibujo, de higiene, de derecho común, etc. El jueves y el domingo la casa está abierta desde el mediodía hasta medianoche. Allí hacen lo que les apetece. Mientras unos practican la gimnasia, otros juegan a la barra o al dominó. En fin, todos están en su casa, en una gran casa donde no hay una puerta interior cerrada. Con todos los objetos que se pueden recoger o comprar se organiza una tómbola, cuyos boletos se pagan con puntos. Los premios consisten en prendas de vestir, herramientas, libros buenos. Algunos jóvenes ensayan una comedia en una de las clases; en otra se prepara el vestuario y el attrezzo. El teatro está abierto cada domingo para los padres; son precisamente ellos quienes han pagado hasta el presente los mayores gastos de la casa. Los padres pagan veinticinco céntimos por asiento o setenta y cinco por familia. No se representan más que piezas cómicas, antiguas obras de las que se han podido eliminar los papeles de mujer. El teatro ha llegado a dar cabida hasta a cuatrocientas personas. Con una innovación que honra muchísimo a don Bosco, los tres sacerdotes que viven en la casa están allí más bien a título de conservadores que de directores. Los chicos lo hacen todo, ellos administran, ellos mandan y así aprenden a ser hombres. Hacen por turno de porteros, revisores, cajeros, administradores, etc. En Ménilmontant no hay escuela comunitaria. Hay que hacer hincapié en este punto. Son los mismos jóvenes de las escuelas seculares los que componen el personal de la escuela salesiana. Doce de ellos pertenecen a los grupos escolares. El abate Bellamy no ejerce ninguna presión. Recibe al que se presenta. Incluso prefiere que le lleven muchachos difíciles. Pretende llegar pronto, con este sistema de libertad y camaradería, a transformarlos completamente. Una vez, en Turín, don Bosco pidió permiso para dejar salir, desde por la mañana hasta la tarde, a los trescientos cincuenta jóvenes detenidos en el correccional. -Quiero, dijo, llevarlos de paseo a la casa de campo real de Stupinigi. Se le creyó loco. Fue a ver a Rattazzi, entonces Ministro de Gobernación, y pidióle con ardor el permiso. Por fin aquél consintió. ((**It17.780**)) -Pondré, le dijo, cincuenta policías en cabeza, otros tantos a derecha e izquierda. Y cincuenta mas cerrarán la marcha. -No quiero ni un soldado, contestó don Bosco; respondo yo de ellos. Tanto dijo que le concedió el permiso. Imposible calcular la alegría de los trescientos cincuenta detenidos, cuando vieron abrirse las puertas de la cárcel. Pero don Bosco les había hablado. Le siguieron por la ciudad, como un rebaño de corderos sigue al pastor. Aunque los corderos tienen un perro que los lleva a raya, a don Bosco no le ayudaba ni un policía. Al caer de la tarde regresaron los jóvenes y no faltaba ni uno a la lista. Es así como este venerable sacerdote entiende la educación. Tiene ahora setenta años. Ha superado, pues, la edad de la experiencia. Considera a los niños como hombres. El hecho que hemos (**Es17.674**))
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