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((**Es17.547**) un periódico, donde los podrá ver narrados por los mismos diputados en la Cámara. Unicamente añadiré que lo que se dice como sucedido una sola vez y solamente con algunos individuos, se puede afirmar con toda verdad que es cosa de todos los días y, poco más o menos, con todos los indios. No son considerados ni como bestias. Estas reciben por lo menos el sustento necesario para vivir cada día y no son obligadas a trabajar más de lo que consienten sus fuerzas. íAh, si pudiésemos revelar todos los crímenes atroces, las torpezas, las infamias cometidas de algunos años a esa parte! Pero, si Dios lo permite, algún día hablará la historia y dará a conocer al mundo quiénes son los verdaderos salvajes de Patagonia>>. El día cuatro de noviembre salió Monseñor para la primera misión por el campo con don Domingo Milanesio, un catequista y dos coadjutores. El Gobernador, aunque era duro con los misioneros, prestóle la atención de enviarle un soldado, que le sirviese de guía y ordenó a los comandantes de los diversos puestos que atendiesen al Obispo. Monseñor estuvo fuera hasta el día treinta y recorrió doscientos kilómetros a lo largo del Río Negro. Visitó con resultado satisfactorio diez estaciones, en las que predicó, catequizó y bautizó a buen número de indios. Comprobó ((**It17.638**)) en seguida que, si se quería hacer algún bien en aquellas colonias y tribus, hacían falta muchos medios materiales. El misionero podría poner de su parte molestias, fatigas, hambre, sed y más cosas aún; pero, sin buenos caballos, sin guías expertos, sin ornamentos y vasos sagrados, sin nada para repartir a las familias, se obtenía muy poco. Para remediar estas necesidades, los misioneros hacían continuos llamamientos a la generosidad de los Cooperadores 1. Una atrevida avanzada fue la de don Angel Savio, el cual, con un coadjutor, zarpó de Buenos Aires el día veintidós de noviembre y navegando hacia el sur desembarcó felizmente, el día veintinueve, en Puerto Santa Cruz, capital en embrión de la provincia homónima y situada en la desembocadura del río de este mismo nombre, que señalaba el límite meridional del Vicariato. El Gobernador había pedido a monseñor Cagliero un capellán. Monseñor, que no quería mandar a tanta distancia a un sacerdote solo, determinó enviar a don José María Beauvoir como capellán y con él a don Angel Savio; pero, previendo dificultades por parte del Gobierno central para conceder autorización a éste último, le obtuvo el permiso bajo el título colorado de agrónomo. Y, en realidad, don Angel Savio entendía en agronomía y 1 Ap. Doc. núm. 96. (**Es17.547**))
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