Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es17.509**) reza y hace rezar a todos sus muchachos huérfanos, ciento sesenta mil, cada día en la santa misa según sus intenciones y que les agradece mucho la caridad que nos están haciendo. Si los acontecimientos lo permiten, nos veremos y trataremos de nuestros problemas, que no son pocos. Entre tanto, comienza por enviar a don Miguel Rúa una nota de lo que necesitas para el curso próximo y nos daremos maña para proveer lo necesario con que seguir trabajando a mayor gloria de Dios. Saluda a todos esos mis queridos muchachos, a los que envío una especial y santa bendición. Mi salud va mejorando y puedo despachar algunos asuntos importantes. Que María nos asista a todos, nos proteja y nos defienda de todo peligro del alma y del cuerpo; pero rezad también por mí, que siempre seré para vosotros en J. C. Turín, 10 de agosto de 1885 Afectísimo amigo, JUAN BOSCO, Pbro. ((**It17.593**)) Los primeros Directores salesianos, formados en el Oratorio y salidos del mismo con el corazón rebosante de afecto y veneración hacia don Bosco, sabían valerse de estos sentimientos para ganarse a los muchachos e influir fuertemente en ellos. Con este fin, no sólo inculcaban en ellos las mismas disposiciones de ánimo hacia el Santo, sino que también las favorecían y dirigían en su nombre e incluso les ponían en relación epistolar con él, como ya hemos podido poner de relieve varias veces en los volúmenes precedentes. No era, pues, por mero cumplimiento que don Juan Branda escribía al Siervo de Dios en el mes de diciembre: <>. Los Cooperadores barceloneses miraban con estupor la nueva forma de caridad, ejercida ante sus ojos, por los hijos de don Bosco y su admiración iba en aumento a la vista de los resultados. Dos hermanitos, que quedaron huérfanos a causa del cólera e ingresaron en el colegio, no podían sosegarse y rechazaban a los que enviaba la Providencia para suplir a sus padres. Pero el ambiente de la vida salesiana obró en ellos un cambio tal que, quien los había contemplado antes, no los reconocía: se habían hecho dóciles, aplicados y piadosos. Otro huerfanito del cólera vivía junto a la playa, pidiendo de comer a los marineros y, si se terciaba, robando carbón u otras cosas por el muelle o en las barcas y vendiendo después lo que lograba atrapar para acallar el hambre. Un día le encontraron medio muerto en la arena los aduaneros y lo llevaron al hospital, donde recobró las fuerzas que había (**Es17.509**))
<Anterior: 17. 508><Siguiente: 17. 510>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com