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((**Es17.406**) pesaroso para pedirle perdón, agradeciendo a Dios y a don Bosco la gracia de su sincera conversión 1. Todavía se recuerda en Carignano un hecho extraordinario, que sucedió precisamente el día dos de junio, fiesta de María Auxiliadora. El clérigo novicio de Carignano, Luis Nicola, había caído gravemente enfermo en San Benigno Canavese, y había vuelto a su casa por voluntad de sus padres. Sus condiciones de salud empeoraban continuamente. Don Miguel Angel Chiatellino, el gran amigo de don Bosco, fue a Turín con ocasión de la fiesta de María Auxiliadora y, al encontrarse con el Santo, recomendó el enfermo a sus oraciones. Don Bosco respondió sonriendo: -Tranquiliza a su familia; el clérigo Nicola no necesita de nuestras oraciones; al contrario, ya está rezando por nosotros. A estas horas, está en el paraíso. Ha pasado a saludarme en el momento de la elevación en la misa. Don Miguel Angel Chiatellino sacó el reloj, miró la hora, hizo el cálculo y, al llegar por la tarde a Carignano, se enteró de que el clérigo había muerto durante el tiempo que don Bosco celebraba la misa. Nos parece que no debemos pasar por alto el testimonio de otro hecho prodigioso, sucedido por aquellos mismos días y referido por una persona que lo vio y lo oyó y a la que don Bosco apreciaba mucho por su piedad y caridad. En las cercanías de La Réole, cabeza de partido en el departamento de Gironde (Francia), vivía una religiosa, que sufría cada viernes los dolores de la Pasión de Nuestro Señor. La señorita Lallemand y su madre, a pesar de su desconfianza, quisieron ir a verla. Se encontraron allí con eclesiásticos y seglares que colocaban sobre el lecho de la extática cartitas pidiendo gracias. Hicieron ellas lo mismo, pidiendo en su escrito por las necesidades espirituales y temporales de don Bosco. ((**It17.472**)) La extática que, después de sufrir los dolores de la Pasión, recibía el consuelo de la Visita de María Santísima, se arrodilló, rebuscó entre el gran montón de cartitas y, cuando tocó la que hablaba de don Bosco, se puso a alabar a Dios por su celo apostólico y por la multitud de almas que arrancaba a Satanás con el ardor de su caridad. Dijo: <<íQué necesario sería que hubiese ministros de Jesucristo semejantes a él! El os suplica continuamente, oh María, poder servirlos hasta su último aliento a través de sus pruebas y enfermedades>>. Después, postrándose sobre la cartita, siguió: <>. Terminado el 1 Diario de Viglietti, 13 de noviembre de 1885. (**Es17.406**))
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