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((**Es17.379**) Beaujour, el señor Bergasse y otros más. En el ((**It17.439**)) brindis final, dirigióse don Bosco especialmente al señor Bergasse, manifestándole su alegría por la preciosa visita que le hacía, agradeciéndole su inagotable caridad con los Salesianos y presentándole a sus dos mayores bienhechores, los condes Colle; recomendó después a su alta protección la obra salesiana e invocó sobre él las bendiciones y los premios celestiales. <>. El conde Colle se excusó de los elogios tributados a su persona y dijo que el poder servir y ayudar a don Bosco era una de las mayores suertes que se podían tener. Habló después el señor Bergasse. Poseía una elocuencia natural, sencilla y arrolladora. Declaró con cuánto gusto hacía todos los esfuerzos posibles para cooperar al bien realizado por los Salesianos, pero añadió que en esto era ayudado por las Sociedades, que estaban bajo su presidencia y daba prueba de ello, ofreciendo a don Bosco seiscientos francos en nombre de la Refinería de azúcares. Habló del dolor que experimentaba su corazón, al ver la ruina en que se hundía la sociedad contemporánea, y ensalzó el celo de don Bosco, enviado por la Providencia para remediar poderosamente tantos males. Su amor a don Bosco lo arrebató de tal modo que arrancó aplausos y lágrimas. Pero no había terminado. Pasó después a alabar la educación que daban los Salesianos a la juventud, recogida por plazas y calles, y citó periódicos que elogiaban a los alumnos de los Salesianos, porque aquellos muchachos hacían amar a la Iglesia y sus funciones con cantos de paraíso y ceremonias ejecutadas a la perfección. -Estos muchachos, siguió diciendo, son queridos y admirados por todos. El párroco de San José se hace lenguas de ellos públicamente desde el púlpito, los elogian Marsella y Francia y bien merecen ser queridos. Los muchachos de esta casa aprecian sobremanera el canto llano, e incluso lo prefieren a la música. Basta oírles cantar... íqué bien cantan! ((**It17.440**)) Basta verlos en la iglesia respetuosos, modestos, disciplinados, para decir: íEstos son los hijos de don Bosco! íAh!, No es, por tanto, verdad que todo vaya francamente mal. íTenemos a un don Bosco! Que Dios nos lo conserve aún por mucho tiempo, nos lo bendiga, nos lo haga prosperar. Francia y el mundo entero lo necesitan. Don Bosco se alegró mucho al oír que sus jóvenes gozasen de tanto aprecio y que supieran hacer gustar el canto y las funciones sagradas. En cuanto al señor Bergasse, a quien ya hemos mencionado (**Es17.379**))
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