Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es17.330**) proyecto para que se destine a refectorio del Capítulo la última habitación del primer piso próxima a la iglesia de San Francisco, cuyas ventanas dan a la terraza. El Capítulo aprueba la propuesta, pero vacila en realizarla, pues sería éste un nuevo paso que alejaría totalmente al padre de sus hijos. La vida del Rector Mayor de los Salesianos debe agotarse en medio de sus hijos, y es necesario que todos, hasta donde sea posible, tengan la oportunidad de acercarse a él y hablarle. Fue preciso hacer caso omiso de todas las dificultades alegadas, cuando don Bosco ya no podía sin gran fatiga subir y bajar las escaleras para sentarse a la mesa con la comunidad; lo cual sucedió al poco tiempo. Entonces se convirtió en refectorio del Capítulo ((**It17.382**)) Superior la antesala de la biblioteca, es decir, donde hoy está situado el despacho inspectorial. En una conversación familiar del día quince de diciembre, don Bosco narró dos episodios de carácter opuesto, para sacar de ellos una sola e idéntica moraleja. Aquel día le había visitado, entre otras personas, una mujercita, que, a primera vista, parecía ir en busca de limosna; tanto es así que, después de presentarse varias veces, nunca había logrado llegar hasta don Bosco. También aquella mañana iba a sucederle lo mismo, cuando el Santo, que oyó hablar algo agitadamente en la antesala se asomó a la puerta y vio que el secretario quería rechazar a la visitante. Pasó ésta y le pareció entrar en el paraíso, pues quedó como encantada. La invitó don Bosco cortésmente a sentarse, pero ella se echó primero atrás, juzgándose indigna de sentarse en la habitación de don Bosco. Después comenzó a decir: -Por tres veces he intentado llegar hasta usted, pero siempre inútilmente. Finalmente aquí me tiene, y casi con trampa, porque yo levanté la voz adrede. He venido para molestar a don Bosco. Sólo deseo que me prometa rezar por esta y otra intención mía. Tome esta limosna; pero no quiero dársela con ninguna obligación. Y, al decir esto, le entregó un billete de mil liras. Don Bosco quedó admirado y le habló del bien que ella hacía con su caridad; le expuso las necesidades del Oratorio, le explicó el mérito que adquiría ante Dios, siguiendo su inspiración de emplear en vida para obras buenas el fruto de sus ahorros. La mujer, colmada de alegría y consuelo, exclamó: -íOh, si yo tuviese aquí cien mil liras! Se las daría de buena gana. íPero no se preocupe; déjelo a mi cargo! Ya lo pensaré. No tengo familia, no tengo herederos y me queda algún ahorro. Si me lo permite, volveré otra vez a molestarle. Narrado este hecho, contó otro que era el revés de la medalla. Un quídam, ricamente vestido y a quien recibió como a un gran señor, se (**Es17.330**))
<Anterior: 17. 329><Siguiente: 17. 331>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com