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((**Es17.328**) Hemos mencionado las confesiones. Don Bosco ya no estaba en condiciones para llevar el acostumbrado trabajo de confesar en los ejercicios espirituales de los Hermanos y en la misa diaria de la comunidad. Por esto, don Miguel Rúa rogóle, en la reunión del día veintiocho de octubre, que dijera cómo quería arreglar la cuestión. La respuesta del Santo fue la siguiente: -Confío las confesiones de los hermanos a don Miguel Rúa, el cual confesará en mi confesonario en la sacristía. Será muy difícil que yo pueda volver a ocuparlo; pero, si ocurriese tal cosa, don Miguel Rúa pasaría a confesar en la iglesia, debajo del púlpito. Yo confesaría en mi cuarto, las tardes del jueves, viernes y sábado, al Capítulo, a los sacerdotes que quisiesen venir y a los alumnos del cuarto y quinto curso de bachillerato. Confesaría también a estos muchachos las visperas de las fiestas y del ejercicio de la buena muerte. Los confesores de las comunidades religiosas deben ser aprobados no sólo por el Obispo, sino también por el Superior. Por consiguiente, los confesores de los jóvenes sean de mi confianza. Lo que no recomendaré nunca con bastante insistencia es que nos pongamos y vayamos todos de acuerdo sobre ciertos puntos y en que no se tenga deplorable indulgencia con los escandalosos. Hay que procurar con prudencia que las víctimas den parte al Director, al Prefecto o a algún asistente de su confianza. Yo desearía que no se los absolviera hasta que hayan hecho la denuncia. Así lo quiere la sana teología. ((**It17.380**)) Don Juan Cagliero encontraba muy delicada la cuestión, especialmente si el que fue víctima estuviese verdaderamente resuelto a evitar el trato con los depravados. -Se puede insistir, dijo, haciendo ver que, por el bien del compañero, se desea esta denuncia. >>Y cuando se confiese el que dio el escándalo? Entonces es necesario que todos procedan de la misma manera. Si el autor es reincidente, niéguesele la absolución, hasta que se haya enmendado. Por mucho que vaya de confesonario en confesonario, estén todos de acuerdo en la forma de pensar y actuar. Don Bosco no encontró nada más que replicar y concluyó: -Insístase a menudo a los alumnos del cuarto y quinto curso para que vayan a confesarse con don Miguel Rúa. Para los otros, además de los dos Directores, están destinados don Celestino Durando y don Juan Bautista Lemoyne. En cuanto a los aprendices y su conducta moral, hable mucho don José Lazzero con el Catequista. Se dice que éste exagera demasiado; pero esto no es motivo para no tener en cuenta sus palabras. No se actúe en seguida, pero puede prestarse fe al demasiado, porque así se encontrará el poco. Dése también a los asistentes (**Es17.328**))
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