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((**Es17.232**) ACEPTACION Para la aceptación, síganse las normas prescritas por la santa Iglesia, por nuestras Constituciones y por las deliberaciones capitulares, ya sea para la aceptación al noviciado, ya sea para la aceptación definitiva a la profesión religiosa. Dígase el pro y el contra de cada candidato, pero la votación sea siempre secreta 1, de modo que un miembro del Capítulo no conozca el voto del otro. DESPIDOS En los despidos debemos imitar al jardinero, que escarda y echa fuera de su jardín las hierbas malas o simplemente inútiles. Pero téngase muy presente que, a menudo, la conciencia meticulosa induce a temer sobre la vocación, hasta cuando no hay motivo alguno para temer. Por consiguiente, examínese a fondo el motivo o motivos por los que se pide el despido. Y no se conceda sino cuando lo reclame un motivo grave 2; esto es, cuando la permanencia del socio en la Congregación fuese de grave daño espiritual o también temporal para él mismo o para la Congregación. En estos casos obsérvese si basta un despido ad tempus o si debe ser definitivo. Pero guárdense siempre todas las consideraciones con el que va a ser despedido y háganse incluso sacrificios, a fin de que el socio salga en buena armonía y amistad con la Congregación. Pero, de ordinario, no se tengan con él más relaciones que las que convienen al buen cristiano. Y no se le ofrezca hospitalidad, sino en los casos de verdadera y demostrada necesidad, y siempre momentáneamente. ((**It17.265**)) Cuando un socio se marcha, ayúdesele a encontrar una colocación o por lo menos un puesto, donde pueda ganar honestamente el sustento. VIDA COMUN Hágase toda clase de esfuerzos para mantener la vida común. Los Superiores manden y exijan lo que cada uno puede hacer y no más. Pero, cuando a un novicio le falta la salud para cumplir los deberes que prescriben nuestras reglas, no se le puede aceptar para la profesión religiosa y, si su mal parece crónico, devuélvasele a la casa paterna. Pero si se trata de un profeso, quédese con nosotros y guárdensele los debidos miramientos. Pero no se olvide nunca que somos pobres y nadie pretenda atenciones superiores a la condición de una persona, que está consagrada a Dios con el voto de pobreza. Sin embargo, guárdense especialísimos miramientos con aquellos que, con sus trabajos o de otra manera, hayan aportado notable provecho a la Congregación. Es más, cuando pueda serles útil un cambio de clima, de alimento o ir a respirar el aire de su pueblo natal, hágase esto, mas siempre con el dictamen del médico. Pero limítense estos miramientos al tiempo de la enfermedad y de la convalecencia, y cuídese para que no se conviertan en una segunda mesa. Esto sería la peste de la vida común. Por consiguiente, cuando un convaleciente puede volver a la mesa de los hermanos, hágase; pero guárdesele siempre atención especial en las ocupaciones y no se le confíen trabajos superiores a sus fuerzas. 1 Subrayado por don Bosco. 2 Letra cursiva de don Bosco. (**Es17.232**))
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