Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


((**Es17.155**) Veo que muchos de vosotros tienen ya la cabeza calva, los cabellos encanecidos y la frente surcada de arrugas. Ya no sois los muchachos, que yo quería tanto; pero siento que ahora os quiero más que antaño, porque, con vuestra presencia, me aseguráis que están firmemente grabados en vuestro corazón los principios de nuestra santa religión, que yo os enseñé y que son la guía de vuestra vida. Y os quiero todavía más, porque me demostráis que vuestro corazón está siempre con don Bosco. Vosotros me decís: -Mire, don Bosco, aquí nos tiene para decirle que todos seguimos siendo suyos por el camino de la salvación y que sus pensamientos son todavía los nuestros. Y yo os respondo que soy todo vuestro en mi actuación y en mi pensamiento, en cada una de mis acciones. Habéis aplaudido a nuestro querido Arzobispo, el cardenal Cayetano Alimonda, y vuestro aplauso me ha proporcionado otra gran satisfacción. El cardenal Alimonda es una gran fortuna para nosotros. íEs un verdadero protector nuestro, un amigo, un padre! Todo el agradecimiento que le manifestamos será siempre inferior a los beneficios y al amor con que nos ha consolado. Vuestros vítores al sapientísimo León XIII resonaron también en mi corazón agradecido por todo lo que ha hecho en nuestro favor. Me faltan palabras para expresar la bondad que ha tenido con nosotros. Todo lo que podemos hacer es rogar al Dios de bondad, que se digne hacer con los tesoros de sus gracias y de sus consuelos lo que no nos es posible a nosotros. Habéis hablado también de las Misiones. Don Bosco no puede ir a la Patagonia. Me gustaría mucho poder ir a ver a tantos, a quienes debo llamar con el nombre de hijos, que me escriben cartas afectuosas y a quienes nunca he visto; me gustaría mucho volver a ver a los que partieron con tanta abnegación de este Oratorio para llevar la civilización cristiana a las tribus salvajes. Pero yo no puedo ir, irá monseñor Cagliero. El llevará a aquellas tierras la fama de vuestra bondad y os propondrá como modelos a sus nuevos amigos. Dirá a aquellos pueblos: -Venid a Turín y allí veréis a mis antiguos compañeros que, por ser buenos cristianos, son felices en sus familias, en la sociedad y en sus negocios. Cuando estos salvajes estén convertidos y se hayan recogido en nuestros colegios miles de niños, ((**It17.174**)) entonces y en un siglo que tan poco se cuida de todo lo que sabe a religión, ellos harán ver al mundo cómo se puede amar a Dios y estar, al mismo tiempo, honestamente alegres y ser a la par buenos cristianos y honrados y laboriosos ciudadanos. Termino. Seguid caminando por el buen camino, que hace tantos años emprendisteis; de suerte que podáis teneros por dichosos de haber venido aquí; don Bosco estará también satisfecho y podrá gloriarse de que los jóvenes, ya hombres, saben guardar y practicar las enseñanzas que recibieron de sus labios. Erais un pequeño rebaño que ha crecido mucho y se multiplicará todavía más, seréis luz resplandeciente en todo el mundo y, con vuestro ejemplo, enseñaréis a los demás cómo se debe hacer el bien y aborrecer y huir del mal. Estoy seguro de que seguiréis siendo la satisfacción de don Bosco. Queridos hijos míos, que Dios nos ayude con su gracia, de suerte que podamos un día encontrarnos todos juntos en el Paraíso. Un detalle digno de mención es que tomaban parte en la reunión tres de aquellos primeros muchachos, que dormitaban el año 1841 ante el altar de la iglesia de San Francisco de Asís, y don Bosco los vio (**Es17.155**))
<Anterior: 17. 154><Siguiente: 17. 156>

Regresar a Página Principal de Memorias Biográficas


 

 

Copyright © 2005 dbosco.net                Web Master: Rafael Sánchez, Sitio Alojado en altaenweb.com