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((**Es17.145**) enfermedad que sufrió; todos nosotros pedimos a Dios que, por la intercesión de la Santísima Virgen Auxiliadora, le devuelva pronto la perfecta salud. Acepte, buen Padre, los cordiales saludos de don Juan Bosco y don Miguel Rúa, mientras tengo el honor de profesarme con tal aprecio, De V. P. Rvma. Turín, 17 de junio de 1884 Su atento y seguro servidor, JUAN BONETTI, Pbro. Le agradaba a don Bosco entretenerse algún rato en conversación familiar con sus hijos, a los que contaba cosas que le habían ocurrido recientemente, pero a menudo le gustaba más narrar sucesos de tiempos pasados. Así, el dieciséis de junio, refirió un hecho importante acaecido el día anterior en su habitación. Había ido a visitarle un noble señor francés, gran admirador del Siervo de Dios, a quien había visto últimamente en Marsella. Era un excelente abogado, que se había retirado de los negocios por las dificultades de la época, pero que no dejaba de trabajar privadamente por la buena causa, sobre todo cuando se trataba de sostener las escuelas libres; por lo cual, el Padre Santo le había concedido el título de Comendador. Hablaba él de sus buenas obras con ardor y don Bosco escuchaba sus palabras con interés; pero de pronto, mirándole amablemente, le dijo: -Señor, está usted defendiendo muy meritoriamente la religión; pero, >>la practica? La inesperada pregunta desconcertó al noble interlocutor, que de pronto se ruborizó y quedó confuso, pero se recobró y preguntó a su vez: ->>Por qué me habla así? -Porque, contestó don Bosco, usted me trata con tanta familiaridad y cortesía que yo creería faltar a mi deber, si no le correspondiera con estas señales de amistad y confianza. Intentó entonces el abogado desviar la conversación, pero don Bosco ((**It17.162**)) insistía con firmeza, apretando mientras tanto su mano derecha entre las suyas. ->>Por qué me tiene usted tan agarrado?, preguntó. ->>Y por qué quiere usted soltarse? Responda a mi pregunta: >>practica también la religión que tanto defiende? -Don Bosco, usted ha leído en mi corazón, >>no es verdad? En aquel momento sentía don Bosco cómo caían en sus manos las ardientes lágrimas del abogado, que dijo entre sollozos: (**Es17.145**))
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