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((**Es17.140**) parte del mundo que puedan encontrarse abandonados en esta ciudad, y tendréis ayudas. En aquel momento, pude señalar la generosa colaboración que hemos tenido de diversas naciones; prometí que, en nombre de Su Santidad, llamaría de nuevo a la beneficencia pública y, con tal motivo, pedí una bendición especial para nuestros beneméritos donantes. Su Santidad, sensiblemente enternecido, contestó: -Con todo mi corazón, imparto la bendición apostólica a todos los Cooperadores, a todos los beneméritos donantes. No dejaré de rogar por ellos cada día en la santa misa, rogaré por la paz en sus familias, por la prosperidad de sus intereses temporales y por el feliz resultado en la educación cristiana de sus hijos. Y añadió: -Y como quiera que el Padre Santo no solamente debe cooperar, sino también operar, quiero concurrir también materialmente a esta empresa. Por esto, a pesar de los apuros económicos en que me encuentro, me comprometo a sufragar los gastos necesarios para la fachada de la iglesia. Las paredes, la ornamentación, los ventanales, las tres puertas correrán a mi cargo. Así sabrá el mundo cómo la Cabeza de la Iglesia propaga y sostiene la religión y no rehúsa tomar parte en obras que son para bien de la sociedad civil, especialmente de la porción más selecta del género humano, la juventud, por la que los Sumos Pontífices han prodigado siempre los más solícitos cuidados. Confío que muchos otros católicos, siguiendo mi ejemplo, acudirán generosos en vuestra ayuda para llevar a cabo ésta y otras obras de beneficencia para mayor gloria de Dios y salvación de las almas. Procuré responder a estas amables palabras del Santo Padre con sincera acción de gracias, asegurándole que todos nosotros elevaremos a Dios nuestras oraciones por el bien de la Santa Iglesia y redoblaremos nuestro entusiasmo colaborador para llevar a término y sostener las obras, que la inagotable caridad del Papa recomienda y promueve. Por mi parte, beneméritos Cooperadores, mientras os profeso la más profunda gratitud, no dejaré de rezar y hacer que recen también por vosotros los muchachos que favorecéis, para obteneros una vida feliz en el tiempo y felicísima en la eternidad. Turín, 31 de mayo de 1884 Su seguro servidor, JUAN BOSCO, Pbro. ((**It17.156**)) Esta circular, que fue reproducida por los diarios católicos 1, servía de preludio a la invitación, que dirigía a los Cooperadores y Cooperadoras para que le ayudasen a colocar los boletos, para cuyo fin envió a cada uno un paquete, rogando que se quedara con él o lo distribuyera y se le enviase a él el importe. Además, no dejaba descansar al Procurador. 1 La publicó también Fede e azione de Malta (5 de julio de 1884). (**Es17.140**))
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