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((**Es17.122**) disfrutaban. íOtro trabajo ímprobo como para quedar uno aniquilado! Llegó, como solía hacer con frecuencia, el abogado Leonori a visitar a don Bosco para asegurarle que, a pesar de aquel contratiempo, le serían concedidos los privilegios. -Ya no aguanta mi cabeza, exclamó don Bosco, y me veré obligado a renunciar a los privilegios. Pediré sólo uno o dos de los más esenciales y, después, me volveré a Turín. Si me los quieren conceder, bien; y, si no, paciencia. Seguiremos como hemos hecho hasta ahora. -Esté tranquilo, le repetía el abogado, ya verá usted cómo obtendremos ((**It17.134**)) todo, yo se lo prometo, y si usted no puede aguantar este trabajo buscaremos nosotros los Breves y las citas. Determinóse, pues, escribir a don Joaquín Berto, pidiéndole que enviase en seguida los elencos de los privilegios concedidos a los Oblatos de María, a los Redentoristas y a los Padres de la Misión. Cuando éstos llegaron, don Bosco y don Juan Bautista Lemoyne se pusieron a revisar los volúmenes para encontrar los privilegios pedidos, las fechas correspondientes y todo lo demás. Don Bosco se dedicó a ello varios días; también don Francisco Dalmazzo dedicó una noche entera; por último, se copiaron los privilegios con sus citas, y se presentó todo el conjunto a monseñor Masotti 1. En medio de tantas angustias, don Bosco escribió al Cardenal Alimonda una carta, en la que se traslucen su descorazonamiento y su resignación 2. Eminencia Rvma. y queridísima: Nuestros temores se hicieron realidad. El asunto de los privilegios pasó totalmente a manos del cardenal Ferrieri, que contestó ayer por escrito, diciendo que no se pueden conceder sin que cada uno lleve adjuntos los documentos auténticos, con que fueron concedidos y a quiénes fueron concedidos. Después de esto, se examinará cuáles se han de conceder y cuáles no. Esto significa que, por ahora, tengo que resignarme y no hablar más de esta petición. Mientras tanto, ha caducado el tiempo de la facultad de las dimisorias y pediré al Padre Santo que, por lo menos, me sea prorrogada ésta. Pero no he podido presentar a ninguno para las ordenaciones de Pascua y quizás tampoco para Pentecostés. A pesar de mi insistencia, no he podido obtener la audiencia del Santo Padre en los veinte días que estoy en Roma. El cardenal Nina está al día de todo. Está enojado. El mismo le escribirá. 1 Don Bosco lo encabezó con una carta en latín, preparada en Turín, insistiendo especialmente en la necesidad de tener la facultad de dar las dimisorias, la cual se le había concedido para diez años por Pío IX y caducaba el tres de abril de aquel año. Junto con dicha carta publicamos en el Apéndice (doc. 18) el elenco y los correspondientes accesorios, para que se tenga una idea de aquel rompecabezas. 2 El original estaba en 1899 en poder de don José Diverio, de Mondovi, antiguo secretario del cardenal Alimonda en Turín. (**Es17.122**))
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